San John Henry Newman: ¿Padre del Concilio Vaticano II o Padrino del movimiento tradicionalista? (Parte 1)

[Agradezco profundamente la generosidad del Dr. Kwasniewski que me ha autorizado a publicar la traducción de una serie de tres artículos que acaban de aparecer en su blog. El segundo lo publicaré el jueves y el último el lunes de la próxima semana]

por Peter  A. Kwasniewski  

Debido a que los «progresistas» posconciliares de la Iglesia están acostumbrados a la astucia y la mentira, que es como han conseguido alcanzar puestos importantes (pues el diablo es generoso con los suyos), Newman ha sido citado selectivamente de forma errónea y presentado como un amigo de su causa, lo que ha llevado a que caiga bajo una nube de sospechas en la mente de ciertos católicos conservadores y tradicionalistas que no conocen bien su obra. Incluso se le ha acusado de modernista, aunque en realidad se le encuentra refutando expresamente a los modernistas, en muchos casos mucho antes de que sus ideas se pusieran de moda y se extendieran. 

Si me permiten parafrasear al propio santo, profundizar en Newman es dejar de ser modernista. Hoy y en las dos próximas entradas demostraré que esto no es una exageración.

¿Padre del Concilio Vaticano II?

Comencemos por el reclutamiento tendencioso. En un gran número de libros y artículos, John Henry Newman es cooptado como «el teólogo del Concilio Vaticano II» o incluso como «padre honorario del Concilio». Por lo general, esto se dice como si fuera evidente y no requiriera ningún argumento. 

Esta afirmación tiene una plausibilidad superficial. En primer lugar, Newman hizo mucho hincapié en los derechos de conciencia, tema obviamente fundamental en Dignitatis Humanae. En segundo lugar, concedió una importancia inusual al papel de los laicos:

Quiero un laicado… que conozca su religión, que se adentre en ella, que sepa exactamente cuál es su lugar, que sepa lo que tiene y lo que no tiene, que conozca tan bien su credo que pueda dar cuenta de él, que conozca tan bien la historia que pueda defenderlo. Quiero un laicado inteligente, bien instruido;… deseo que ampliéis vuestros conocimientos, que cultivéis vuestra razón, que comprendáis la relación de la verdad con la verdad, que aprendáis a ver las cosas como son, que comprendáis cómo se relacionan la fe y la razón, cuáles son las bases y los principios del catolicismo y dónde residen las principales absurdidades de la teoría protestante. No temo que seáis peores católicos por familiarizaros con estos temas, siempre que mantengáis un vivo sentido de Dios y tengáis presente que tenéis almas que juzgar y salvar. En todos los tiempos, los laicos han sido la medida del espíritu católico… (Lectures on the Present Position of Catholics in England,1851.)

En tercer lugar, destacó la importancia del episcopado junto al papado, que era un tema de Lumen Gentium y Christus Dominus. En cuarto lugar, su profunda exploración de la revelación divina y del proceso por el que la doctrina se desarrolla a lo largo del tiempo dejó huella en Dei Verbum y otros documentos. Y se pueden señalar otros paralelismos similares. 

La dificultad, en mi opinión, es que lo que Newman dijo realmente sobre estos temas es a menudo muy diferente en cuanto a enfoque, énfasis o contexto de lo que dijo el Concilio Vaticano II, y totalmente diferente de lo que dijeron y hicieron después los implementadores y defensores del Concilio Vaticano II.

Resulta irónico que el cardenal del discurso del Biglietto esté vinculado a un concilio que, independientemente de sus buenas intenciones, marcó el comienzo de un período que confirmó todas sus terribles predicciones sobre la pérdida de la fe y la cultura cristianas a través de la secularización. Es irónico que se le mencione junto a los defensores de las tendencias reformistas de la Iglesia moderna, cuando —al menos en cuestiones relativas a la teología fundamental, la moral cristiana y la liturgia sagrada— arguyó enérgica y constantemente a lo largo de su carrera contra el racionalismo, el emocionalismo, el liberalismo y la «tinkeritis» litúrgica, es decir, la creencia de que podemos construir un culto mejor si modificamos lo suficiente lo que hemos heredado. 

En el ámbito de la liturgia en particular, se opuso firmemente a las modificaciones y modernizaciones rituales destinadas a «encontrar a las personas donde están» o a «adaptarse a la mentalidad actual» (como dijo Pablo VI en su Constitución Apostólica del 3 de abril de 1969, que promulgaba el Novus Ordo).

El cristianismo antiguo y el catolicismo tradicional

Newman no era solo antiliberal (lo dice expresamente de sí mismo, y más de una vez); no era solo un conservador burkeano que detestaba los planes revolucionarios. Era lo que hoy se llama un tradicionalista en materia dogmática y litúrgica, alguien que habría criticado duramente todo el proyecto conciliar, y sin duda la reforma litúrgica llevada a cabo en su nombre, por errónea y condenada al fracaso. Como ya predicaba cuando era anglicano:

¿Qué puntos en común hay entre la religión fácil de hoy y la religión de San Atanasio o San Crisóstomo? ¿En qué se parecen ambas, salvo en que a ambas se les da el nombre de cristianismo? (Parochial and Plain Sermons, sermon 25, Feasting in Captivity.)

En su Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, afirmaba que los Padres de la Iglesia, si volvieran a Inglaterra en su época, pasarían por alto los grandes lugares de culto propiedad del Establishment y buscarían una pequeña capilla católica, en cuya liturgia pudieran reconocer el espíritu y la realidad de su propia fe:

Si San Atanasio o San Ambrosio volvieran a la vida, no cabría duda de qué comunión elegirían. Todos estarán de acuerdo en que estos Padres, con las opiniones que tuvieran, con las protestas que hubieran hecho, si así lo quisiéramos, se sentirían más a gusto con hombres como San Bernardo o San Ignacio de Loyola, o con el solitario sacerdote en su casa, o con las hermanas de la misericordia, o con la multitud analfabeta ante el altar, que con los maestros o con los miembros de cualquier otro credo. Y ¿no podemos añadir que si esos mismos santos, que en otro tiempo peregrinaron, uno en el exilio y otro en embajada, a Tréveris, vinieran aún más al norte y viajaran hasta llegar a otra hermosa ciudad, situada entre bosques, prados verdes y arroyos tranquilos, estos santos hermanos nuestros se apartarían de las muchas naves altas y claustros solemnes que encontrarían allí, y preguntarían por el camino a alguna pequeña capilla donde se celebrara la misa en un callejón populoso o en un suburbio desolado?

En esta visión, los antiguos santos en busca de la verdad, que vuelven a la vida en nuestros días, pasan por delante de las enormes y espléndidas iglesias confiscadas por el poder y entregadas a un culto vernáculo inventado, mientras buscan una forma auténtica de culto dondequiera que se ofrezca, una forma que sea una continuación manifiesta de la herencia milenaria de la Iglesia

¿Hay alguna duda de que, si el propio Newman volviera de repente a la vida entre nosotros, preguntaría (con consumada cortesía y decoro, por supuesto) por el camino a alguna pequeña capilla donde se rezara el Santo Sacrificio de la Misa tal y como él lo conocía, lo ofrecía y lo amaba, y donde se sentiría completamente en casa? 

Así es como describió la misa en su novela Perder y ganar:

Declaro… que para mí nada es tan consolador, tan conmovedor, tan emocionante, tan sobrecogedor como la misa, tal y como se celebra entre nosotros. Podría asistir a misa eternamente sin cansarme. No es una mera forma de palabras, es una gran acción, la mayor acción que puede haber en la tierra. No es una simple invocación, sino, si me atrevo a usar la palabra, la evocación de lo Eterno. Él se hace presente en el altar en carne y hueso, ante quien se inclinan los ángeles y tiemblan los demonios. Este es el acontecimiento terrible que es el alcance y la interpretación de cada parte de la solemnidad.

Hablando de lenguaje, uno se pregunta qué habría dicho Newman de un papa que tergiversa la última línea del Padrenuestro para decir algo que el Nuevo Testamento griego no dice en absoluto, y luego impone su versión «nueva y mejorada» a segmentos de la Iglesia. Me refiero, por supuesto, a la violencia con que el papa Francisco insistió en rehacer el Padrenuestro en su versión italiana, sugiriendo que se hiciera lo mismo con otras versiones. Newman no abordó tal posibilidad porque le habría resultado impensable. Sin embargo, sabemos lo que diría sobre un papa que abandonara la lengua latina en el culto católico:

La misa no debe celebrarse sin un misal a la vista del sacerdote, ni en ningún otro idioma que no sea aquel en el que nos ha sido transmitida por los primeros jerarcas de la Iglesia occidental. (Idea of a University, Part II, ch. 6: “University Preaching,” 1855).

Newman escribe esta acertada descripción del sacerdote en el altar, de espaldas al pueblo y simbólicamente hacia Dios (y realmente hacia Él cuando está presente en el altar o en el sagrario):

Vestido con sus vestiduras sacerdotales, se sumerge por completo en lo que es individual en sí mismo y no es más que el representante de Aquel de quien deriva su misión. Sus palabras, sus tonos, sus acciones, su presencia, pierden su personalidad; un obispo, un sacerdote, es como otro; todos cantan las mismas notas y observan las mismas genuflexiones, mientras dan una sola paz y una sola bendición, mientras ofrecen un solo y mismo sacrificio.

A la hora de evaluar la sabiduría de los juicios prudenciales y las determinaciones disciplinarias particulares del Papa, es un alivio ver en Newman un sincero espíritu de minimalismo, en lugar del ultramontanismo descontrolado de algunas personas de su época (y de la nuestra). Como escribió en su Carta al duque de Norfolk: «Un papa no es infalible en sus leyes, ni en sus mandamientos, ni en sus actos de Estado, ni en su administración, ni en su política pública».

Newman comprendía que podía haber verdaderos conflictos de conciencia, no el tipo de pseudoconflicto que tiene un católico liberal o modernista porque desea disentir de una enseñanza establecida, sino el tipo que tiene un amante de la misa latina cuando desea aferrarse al depósito de la fe y al cuerpo de tradiciones eclesiásticas transmitidas de generación en generación.

Newman, el tradicionalista

Newman fue, en mi opinión, un católico tradicionalista avant la lettre. Se pueden ver indicios de ello en tantos escritos de todas las épocas de su vida y de todos los géneros, que basta con abrir las páginas al azar para poder empezar una fina colección personal de pulidas gemas de sabiduría perenne y, por tanto, antimodernista.

No es casualidad que Newman haya sido siempre uno de los autores favoritos de los principales escritores tradicionalistas. El influyente apologista británico Michael Davies editó un volumen de sus sermones titulado Newman Against the Liberals. El editor de Arlington House y literato conservador estadounidense Neil McCaffrey, fundador de la revista The Latin Mass, cita frecuentemente a Newman en sus artículos y correspondencia, que he editado para Roman Catholic Books; y dos de nuestros clérigos católicos más apreciados, que fueron anteriormente anglicanos, el padre John Hunwicke y el padre Richard Cipolla, están impregnados del pensamiento y las palabras del gran cardenal.

Newman desempeñó un papel crucial en mi propia «conversión» intelectual y espiritual al catolicismo tradicional. En la Universidad de Georgetown, donde pasé un año bastante miserable antes de empezar de nuevo en el Thomas Aquinas College de California, aprendí sobre Newman en un seminario de artes liberales dedicado al romanticismo inglés en una época de revoluciones. Para un proyecto especial, decidí (aunque no recuerdo exactamente por qué) leer la célebre autobiografía Apologia Pro Vita Sua, que resultó ser un inmenso placer para mí, un festín intelectual y un punto de inflexión, ya que me llevó a empezar a leer otras obras del mismo autor.

Conseguí la edición en un solo volumen de Ignatius Press de los Sermones parroquiales y sencillos de Newman y, de alguna manera, perseveré en la lectura de todo el libro: más de 1700 páginas de gloriosa predicación (anglicana), sin igual en su alcance y estilo por ningún predicador anterior o posterior en nuestra lengua materna. Para ser sincero, leerlo nunca me hizo pensar en el anglicanismo en sí mismo; me hizo pensar: «¡Asíes como es el cristianismo serio, bíblico, patrístico y sincero! No es nada de lo que vi en la Iglesia católica mientras crecía en los suburbios de Nueva Jersey». 

Ese libro fue una de las muchas influencias —la lectura de Vidas de los santos, de Butler, y Fundamentos del dogma católico, de Ludwig Ott, fueron otras dos— que me impulsaron a buscar con más ahínco este cristianismo, si era posible. Como sabemos, algunas personas son llevadas por esa búsqueda a los ritos católicos orientales o a la ortodoxia oriental; otras, entre las que me incluyo, son llevadas a la realidad genuina y milenaria del catolicismo occidental o latino, que encuentra su máximo exponente en el rito romano tridentino y en la cultura de fe y belleza que lo rodea, de la que el establishment posconciliar ha sido como un negativo fotográfico o una cancelación algebraica.

En la exploración de la(s) tradición(es) de la Iglesia, Newman ha sido para mí durante mucho tiempo un compagnon de voyage. Antes de su canonización en 2019, decidí hacer un estudio de sus escritos sobre el culto, la reverencia y el ritual. Lo que descubrí me sorprendió de nuevo por su riqueza, variedad y elocuencia. Además de algunos pasajes ya bien conocidos por los tradicionalistas, como cuando dice que la Iglesia nunca abole sus ritos litúrgicos tradicionales, sino que siempre los celebra (¡díganle eso al Consilium, a Pablo VI y a Francisco!)— Newman dedica páginas y páginas a la belleza y solemnidad de la Santa Misa, a la importancia de sus cualidades estéticas y lingüísticas, a la fecundidad espiritual de los ceremoniales objetivos y predeterminados, al amplio margen que existe dentro de las formas establecidas para las diferencias en el compromiso devocional individual, y a temas similares, todos ellos «temas candentes» en el movimiento tradicionalista actual. 

Para facilitar el estudio de lo que dice Newman sobre estos temas, publiqué una antología de 526 páginas, que abarca ampliamente sus escritos desde los primeros hasta los últimos, mostrando la absoluta coherencia de sus opiniones. Debemos alegrarnos de tener como Doctor de la Iglesia a un hombre que expone y defiende con tanta elocuencia la tradición católica.

He abordado brevemente el lado antiliberal, antiprogresista y antimodernista de Newman, en contra de sus amigos oportunistas y enemigos equivocados que lo pintan como un proto-Congar o un proto-De Lubac, o incluso como alguien que prácticamente esbozó el Concilio Vaticano II y dejó sus notas al papa Roncalli. 

Es justo decir, por el contrario, que Newman se habría opuesto a casi todas las tendencias actuales de la Iglesia, excepto al papel activo asumido por los laicos, pero no nos referimos a laicos que invaden el santuario para asumir funciones clericales, lo que Juan Pablo II llamó «clericalización de los laicos», sino más bien a los laicos conservadores y tradicionales que se adhieren a la fe católica y apostólica y la transmiten a pesar de la resistencia o la indiferencia de sus pastores, una situación que se hace eco de la fidelidad de los laicos durante la crisis arriana (como documentó cuidadosamente Newman).

En la próxima entrada, continuaré mi examen de los pasajes de Newman que actúan como severas correcciones a la dirección seguida en el Concilio Vaticano II y después de él.

Fuente: Tradition & Sanity.

18 comentarios en “San John Henry Newman: ¿Padre del Concilio Vaticano II o Padrino del movimiento tradicionalista? (Parte 1)

  1. Avatar de Desconocido Anónimo

    Querido Wanderer, no soy un experto en la figura de Newman pero me gustaría saber qué respondería usted o quien lo tuviese a bien a las siguientes objeciones:

    • El beato Pío IX no quiso que fuera cardenal por sospechar de su ortodoxia.
    • El reputado cardenal Manning llegó a afirmar que ni siquiera era catolico.
    • Alabó las ideas de François Guizot, político masón francés, de que él cristianismo llegó al mundo más como una idea que como una institución; y el famoso autor Orestes Brown refutó su planteamiento porque Cristo fundó una institución, la Iglesia.

    Gracias.

    1. Estimado, aquí respondo según mi buen saber y entender:
      ¿Cuál es la fuente de información según la cual Pío IX no quiso que fuera cardenal? Newman no era arzobispo de ninguna sede cardenalicia; ni siquiera era obispo. Es verdad que un momento se habló de su figura como cardenal pero contó con la oposición de un grupo de obispos ingleses y de Mons. Talbot que, en el Vaticano, boicoteaba cualquier cosa que tuviera que ver con el santo. Pero de ahí a la afirmación que usted hace sobre Pío IX hay un largo trecho que habría que justificar con fuentes fidedignas.
      En cuanto al cardenal Manning, es verdad que es reputado, pero existen distintos tipos de reputaciones. Si usted lee la biografía que de él escribió Lyton Streachy, verá a lo que me refiero. Manning, converso como Newman, sostenía una postura completamente distinta a la de este último: era un ultramontanista acérrimo, a diferencia de Newman, que tenía una postura más equilibrada. Por otro lado, y algo muy propio de los clérigos, no quería que nadie le hiciera sombra en Inglaterra, y para eso se valía de medios sanctos y otros no tan sanctos. Pero de ahí a afirmar que decía que ni siquiera era católico, hay un largo trecho. ¿Cuál es su fuente de información?
      En cuanto a la última objeción, es la primera vez que la leo. ¿Me podría pasar la referencia donde Newman hace la alabanza de la que usted habla? No sospecho de usted, sino de Henri Brémond, biógrafo francés de Newman y contemporáneo de él, que traducía sus obras al francés con un claro sesgo modernista (es decir, las traducía mal a propósito), y esas obras eran donde los oficiales del Santo Oficio leían a Newman, pues ninguno de ellos conocía el inglés. Baunard fue, como sabrá, un conocido protomodernista.

      1. Avatar de Desconocido Anónimo

        Muy agradecido, pues leí que en su obra «Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana» (1845), escrita durante su conversión, introdujo el concepto de que la doctrina cristiana madura orgánicamente, como una idea viva, en lugar de permanecer estática.

        Sin embargo, aplicó este concepto a la Iglesia.

        El cardenal Newman asiente a la «sugerencia del señor Guixot de que el cristianismo , aunque representado en la profecía como un reino, llegó al mundo como una idea más que como una institución , y ha tenido que revestirse y equiparse con la armadura que él mismo se ha provisto, y formar los instrumentos y métodos de su prosperidad y guerra».

        Y en cuanto a Manning, J. E. C. Bodley relató que se reunió con Manning y afirmó:
        La conversación giró hacia el terreno teológico, y el tono de Manning cambió.
        «’Por una observación suya’, dijo, ‘deduzco que tiene la impresión de que el Dr. Newman es un buen católico’. Respondí que esa era mi vaga creencia. Él replicó: ‘O ignora la doctrina católica o las obras del Dr. Newman’; siempre decía ‘Dr. Newman’ al estilo de Oxford, y nunca le dio el título de cardenal’.
        «Tras preguntarme qué libro de Newman había leído, procedió a enumerar con sus dedos afilados, como de costumbre, diez herejías distintas que se encuentran en las obras más leídas del Dr. Newman» (p. 7).

      2. Estimado, yo le había pedido las refrencias de sus afirmaciones, y usted me responde con citas de terceros, sin dar ninguna referencia de las mismas. Es decir, me responden co un «me dijeron que dice que dice…» Ningún estudio serio de hace de esa manera.
        Con respecto a Guizot, en ninguna de sus obras Newman lo menciona. Puede usted mismo corroborarlo en el buscador del sitio del National Institute for Newman Studies (https://digitalcollections.newmanstudies.org). Habría que ver de quién saca usted ese dato y en qué se basa ese tal para su afirmación.
        Por otro lado, sobre el tema del cristianismo como una idea en Newman, puede leer este excelente y muy reciente artículo (https://unamsanctamcatholicam.blogspot.com/2025/08/newman-christianity-as-idea.html?m=1) que explica qué es lo que el cardenal quiere decir con esa expresión.
        En cuanto al episodio de Manning, nuevamente falta la referencia; pero aún así recuerde que Bodley fue un gran amigo de Manning por lo que, indudablemente, diría y escribiría todo aquello que pudiera beneficiarlo. No me resulta fuente confiable.
        Pero más allá de mi opinión, el texto que usted cita está muy bien elegido: habla mucho más, y peor, de Manning que de Newman, y termina dando la razón a Streachy: Manning fue un trepador durante toda su vida (la de anglicano y la de católico) y combatía a Newman porque no quería que nadie le hiciera sombra en el cielo católico inglés. Y sabía que Newman era muy superior a él.
        Finalmente, no encuentro dónde está el problema con la doctrina del desarrollo orgánico de la doctrina de Newman. Explíqueme de otro modo, si no, por qué el dogma de la Inmaculada o de la Asunción se proclamaron mil ochocientos años después de la Redención.

      3. Avatar de Desconocido Anónimo

        La biografía que Lytton Strachey («Eminent Victorians») hace del cardenal Manning no es argumento de autoridad.

        Podrá aportar una visión alternativa, resaltar algún punto…pero eso es una obra literaria de una persona que quería resaltar la hipocresía de esos personajes famosos (tal vez para resaltar la hipocresía una época; seguramente desde el punto de vista sexual. Entonces como hoy la norma británica es: «no importa lo que hagas con tal de que no lo grites en la calle y asustes a los caballos»).

        Este personaje, de las clases privilegiadas, fue un intelectual dotado, inconformista, homosexual y fundador del famoso Bloomsbury Group. Basta.

        Dicho esto, las opiniones sobre el Cardenal Manning hay que tomarlas como una hipótesis para confirmar o rechazar, sabiendo de qué pie cojea Strachey y qué intenta conseguir con su libro.

    2. Avatar de Desconocido Anónimo

      Es muy posible lo que usted dice porque cada uno de nosotros es hijo de su tiempo y de donde nace; y Neuman nace anglicano, se educa anglicano y se ordena anglicano en el siglo XIX inglés. Ese es el bagaje que trae cuando decide convertirse al catolicismo, junto con un buen conocimiento del griego y del hebreo, más su labor como predicador para los universitarios de Oxford y toda su labor de «tractarian» (polemista) anglicano.

      Naturalmente él está al corriente de las modas intelectuales de su tiempo, frente a las que reacciona como anglicano.

      Es por tanto normal que no se haya criado en la cultura católica, que todos damos por sentado, y que en ciertos asuntos aporte una visión libre o rara.

      Los conflictos con Manning ya los conocía.

      Entonces hubiera sido más prudente, antes de declarar que su producción es buena enseñanza para un católico, separar su obra entre lo que escribió antes y después de su conversión Y aprendizaje de la teología católica; y de esta última, lo que es sana doctrina y lo que son mera opiniones personales más o menos heréticas.

      Es cierto que el Concilio ha hecho muchos cambios, entre otros disminuir el elemento intelectual y poner el acento en los aspectos emotivos de la religión; pero aún así hubiera sido mucho más prudente haber estudiado las objeciones de Manning antes de declarar que las obras de este converso son ortodoxas y de validez universal.

  2. Avatar de Desconocido Anónimo

    No hay que olvidar que los clérigos anglicanos son realmente funcionarios.

    Hasta que esta secta se hundió en la posguerra, era una manera digna de tener un trabajo decente, respetable e influyente para muchas personas de clase media, empezando por hijos del clero (trabajo mal pagado, pero que aporta vivienda gratis y becas para internados y Universidades) hasta segundones de la gentry y nobleza (en Inglaterra no existe legítima para los hijos y únicamente es noble el hijo varón que detenta el título de nobleza (junto con los Estados y propiedades del mayorazgo); sus hijos y hermanos no son nobles y no tienen nada)

    En realidad esto es lo que querían las oligarquías y los reformadores protestantes: que el que dirigiese la oración común no fuera una persona sagrada y que el culto no fuera una ceremonia sagrada (para no fuesen independientes y que no asumiese una autoridad divina sobre ellos)

    A veces sucede, como con Newman, que se toman la religión más seriamente y se hacen preguntas.

    Paradójicamente esto viene de un movimiento, conectado con el romanticismo, de clases medias en que mucha gente empieza a admirar la Edad Media y sus restos católicos (las iglesias anglicanas de origen católico) y a preguntarse sobre esa religión nacional.

    De aquí sale el Movimiento de Oxford, al que pertenece este hombre; alguno de cuyos miembros acabarán convirtiéndose al catolicismo. A veces con gran escándalo, como el hijo del Arzobispo anglicano de Canterbury y Primado de Inglaterra o el hijo del Obispo anglicano de Manchester. Cortando de raíz su carrera eclesiástica con los beneficios adjuntos.

    Newman fue no sólo religioso, sino también inteligente, consecuente y apostólico; y también bastante valiente para, ya mayor convertirse, estudiar teología católica en Roma, ordenarse, hacerse oratoniano de San Felipe Neri y de vuelta en Inglaterra fundar el oratorio de Birmingham.

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Efectivamente, los pocos ingleses cultos y con conocimiento de la historia y tradicionalistas en el sentido más amplio de la palabra terminan católicos. Véase Tolkien. Lewis no pasó de conservador y por eso se quedó en anglicano.

      1. Avatar de Desconocido Anónimo

        Tolkien, huérfano de padre, fue bautizado a los 8 años, junto con su hermano, porque su madre se convirtió al catolicismo.

        Esto produjo un fuerte rechazo en la familia, que les abandona, y 4 años después fallece la madre, ocupándose de los niños el tío Curro (Francisco Javier Morgan, de los Osborne de Cádiz), entonces oratoniano de San Felipe Neri en Birmingham.

        Fue el ejemplo de su madre y el apoyo del Padre Morgan quienes mantuvieron en la fe al joven Tolkien y le ayudaron a vivir el resto de su vida como católico practicante.

        Respecto a Lewis, protestante que había perdido la fe en la adolescencia, se convirtió al cristianismo leyendo «El hombre eterno» de Chesterton. Sin embargo, aunque estaba muy cerca del catolicismo, nunca quiso convertirse, según parece porque él era de Belfast; y en Belfast los católicos son los enemigos.

  3. Avatar de Desconocido Anónimo

    Muy fácil: para los progres, «Si Newman hubiese vivido en nuestro tiempo, hubiese adoptado las mismas ideas que nosotros».

    Y para los tradis… «Newman era liberal».

  4. Avatar de Ottaviani Alfredo Ottaviani Alfredo

    Tenemos todo nuestro derecho a pensar y a planificar los 500 años del Concilio de Trento. Ahora Concilio de Nicea y muy inmediatamente; mañana ya al Concilio Tridentino, con todo lo que ello sigue significando para nosotros.

  5. Avatar de Augusto del Río Augusto del Río

    Merecido título de Doctor de la Iglesia para el gran santo y cardenal inglés. Lo felicito Wanderer, muy oportuna y necesaria la publicación de estas tres partes del artículo de Kwasniewsky. Solo la supina ignorancia de su vida y de su obra puede hacer creer que Newman es una especie de anticipo de todos los desvaríos modernistas de hoy. Se sabe que, entre nosotros, monseñor Fernando M. Cavaller ha realizado una monumental tarea de difusión de su obra a través de sus propios libros escritos sobre su vida y obra, y, especialmente, por medio de la revista NEWMANIANA, traduciendo desde hace 35 años los escritos del Cardenal, tarea ímproba que se ha visto felizmente recompensada con haber sido testigo en su propia vida de la beatificación, canonización y ahora declaración como Doctor de la Iglesia de la persona a la que ha dedicado parte importante de su vida y labor apostólica.

    Respecto al tema litúrgico, que sé que al compositor y escritor estadounidense le interesa especialmente, recomiendo la lectura de una pieza excepcional, el sermón de Newman Ofrendas para el santuario del 23 de septiembre de 1839 (Parochial and Plain Sermons, I, 5, NEWANIANA, N°27, septiembre 1999), que desmonta una por una las típicas objeciones que los «progres» hacen sobre «el lujo» del culto (como el retorcido reproche de Judas Iscariote en el episodio del perfume «derrochado», Jn 12, 5-6), y sobre el argumento tan común de que lo importante es solo «lo interior», despreciando todo lo que tenga que ver con lo exterior y las formas, y, al mismo tiempo, con perspicacia y equilibrio, Newman advierte sobre los peligros de caer en un fariseísmo ritualista.

    Por último, ¿se podría saber cuál es la fuente del texto citado en el artículo que inicia con «Vestido con sus vestiduras…»? Gracias.

  6. Avatar de Desconocido Anónimo

    Estimado Wanderer

    Al Cardenal Newman, lo veo como un faro en los tiempos oscuros que nos toca atravesar. Desde hace muchos años sus textos me acompañan, para releerlos en momentos adversos. Es también curioso la gran cantidad de conversiones al catolicismo en Inglaterra, donde pareciera que el modernismo rampante anglicano, como otrora afectara a Newman, lo esta haciendo con los jóvenes ingleses. Entre los tantos textos de Newman que iluminan, rescato el siguiente:

    “Y si en todo momento esta sencilla unidad, esta perfecta comprensión de los miembros con la Cabeza, es necesaria para la sana acción de la Iglesia, especialmente lo es en estos tiempos peligrosos. Sé que todos los tiempos son peligrosos, y que en todo momento las mentes serias y ansiosas, atentas al honor de Dios y a las necesidades del hombre, tienden a considerar que ningún momento es tan peligroso como el suyo. En todo momento, el enemigo de las almas ataca con furia a la Iglesia, que es su verdadera Madre, y al menos amenaza y atemoriza cuando fracasa en su intento de causar daño. Y todos los tiempos tienen sus propias pruebas que otros no tienen. Y hasta ahora admitiré que hubo ciertos peligros específicos para los cristianos en otros tiempos, que no existen en este. Sin duda, pero aun admitiendo esto, sigo pensando que las pruebas que nos esperan son tales que horrorizarían y aturdirían incluso a corazones tan valientes como San Atanasio, San Gregorio I o San Gregorio VII. Y confesarían que, por oscura que fuera para ellos la perspectiva de su propio día, el nuestro tiene una oscuridad de un tipo diferente a cualquier otra que haya existido antes”.

    Sermon 9. The Infidelity of the Future. Opening of St. Bernard’s Seminary, 2nd October 1873

  7. Avatar de Desconocido Anónimo

    Estimado Wanderer, le comento algún aspecto de mi historia personal que viene al caso. Poco después de convertirme a la iglesia católica, leí «Los arrianos en el cuarto siglo» de Newman, lo que resultó ser una preparación maravillosa para el tumulto que observé entre la jerarquía como miembro de la grey romana. Luego leí sus Sermones Parroquiales, después su Apología, y cuando estaba trabajando en un proyecto universitario de artes liberales, leí su Idea de una Universidad, y finalmente, cuando investigaba para mi doctorado, leí su Carta al Duque de Norfolk y Gramática del Asentimiento. También leí, y disfruté mucho, su novela Perder y ganar. Todo esto es para decir que al catolicismo tradicional al que he llegado después de un tiempo ha sido en gran parte consecuencia de mi extenso estudio de Newman. Por eso, me asombran los tradis que lo condenan; supongo que deben hacerlo desde la ignorancia, pues no hay otra explicación.
    Mi reiterado agradecimiento a usted y al Dr. Peter Kwasniewski.         

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Gracias por ese itinerario sobre Newman. Me ha dado una buena idea de cómo ordenar las lecturas (aunque, soy sincero, estoy comenzando justo por el final, con Perder y ganar)

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