Ha caído a la tierra como prenda,
Un dios muy grande para el cielo.
Ha estallado desde dentro de las cosas
y ha quebrado los lindes de lo eterno:
En el tiempo y en la tierra extrema
Se ha escabullido, como un ladrón o un amante,
Porque el vino del mundo se desborda,
Su esplendor se ha derramado en la arena.
¿Quién será orgulloso, cuando los cielos son humildes?
¿Quién montará, si los montes caen?
Si los astros fijos se tambalean y derrumban
Y un diluvio de amor todo lo anega.
¿Quién erguirá su cabeza por una corona?
¿Quién impondrá su voluntad para mandar?
¿Quién luchará contra el torrente de estrellas,
Cuando todo lo que es bueno se abajó?
Por el temor de tal caída y fracaso
Los ángeles caídos cayeron,
En insolencia invertidos, escalando
la montaña colgante del infierno:
Pero, no mensurada por plomada y vara,
Demasiado profunda para escrutar,
Superando la caída del hombre,
Se alza la cima de la caída de Dios.
Gloria a Dios en lo más bajo
El chorro de los astros torrencial
Donde trueno y rayo creen ser lentos
Y el relámpago teme no llegar:
Como los hombres se zambullen
tras la gema sumergida,
Vamos a la caza y acosamos, persiguiendo
A la estrella que, cayendo, la ha encontrado
En la cueva de Belén.
Gilbert Keith Chesterton
Traducción: Gabriel Díaz-Patri
