«¿Piensas que he venido a traer paz sobre la tierra?» (Lc. 12,51). Un intento de evaluación teológica inicial del pontificado de León XIV

[Reprduzco aquí una reciente entrada de Vigilius, un filósofo y profesor universitario de Alemania, en su substack. Se trata de una fuerte crítica al Papa León XIV y a un servidor. No estoy de acuerdo con todas críticas pero reconozco que se tratan de argumentos sólidos que merecen la reflexión y la discusión)

por Vigilius

Poco después de la elección de Robert Prevost como papa, hubo un entusiasmo casi universal entre los conservadores, pero ahora la oposición al papa vuelve a arder. Esto se debe en parte a varias decisiones de León, pero también a afirmaciones que se encuentran en el libro de entrevistas publicado recientemente, León XIV: Ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI. Esta entrevista, en particular, alimenta aún más el ya acalorado debate sobre las cualidades de León. En el contexto de esta apasionada controversia en torno al nuevo papa, quisiera ahora también hacer algunos comentarios sobre el pontificado actual.

1. Como siempre en estos casos, ya hay voces que piden indulgencia hacia León sobre la base del argumento de la contingencia. Creo que no deberíamos permitir que tales consideraciones surjan en primer lugar. Cuando alguien asume voluntariamente un puesto importante de liderazgo, asume plena responsabilidad personal por el ejercicio adecuado de ese cargo. No hay excusas: ni una infancia difícil, ni una mala educación, ni la socialización en un entorno intelectualmente desfavorable, ni malos asesores y redactores de discursos, ni falta de conocimiento de los hechos, ni, como señala el Wanderer, “feministas a su alrededor” (aquí y aquí). Si no tiene lo que se necesita para desempeñar correctamente el cargo que se le ofrece, el candidato debe declinar; si acepta el cargo, responde plenamente. Entonces el Papa debería simplemente apartarse de las feministas que lo rodean y buscar colaboradores a la altura. Al fin y al cabo, posee la plenitudo potestatis. La prefecta aún no sustituida del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada, la señorita Brambilla, que incluso ha recibido refuerzo femenino de parte de León, y los desastrosos obispos que nombra en serie, con pocas excepciones, son de su exclusiva responsabilidad, y no importa si esto se inició en la era Bergoglio. En los documentos de nombramiento está la firma de León; es su decisión. Muchos católicos en diócesis lamentables tendrán que soportar durante mucho tiempo el peso de estos actos. También en el caso de textos publicados bajo su nombre, no importa si a un papa pudo haberle pedido su predecesor que los publicara. Del mismo modo, el desfile del orgullo gay del 6 de septiembre por la basílica de San Pedro —concebido desde el inicio como una procesión triunfal del movimiento y recibido como tal en todo el mundo— es igualmente de su responsabilidad; al fin y al cabo, es su basílica. Quien ocupa el supremo oficio docente de la Iglesia y posee el poder absoluto que se le confiere para su recto ejercicio debe también cumplir esta función; de lo contrario, debe dimitir. En este contexto no tiene lugar una retórica psicologizante y comprensiva.

2. Se ha expresado la opinión de que León no es teólogo. Probablemente se quiere decir con ello que, aunque Prevost estudió teología —en una institución liberal— y se enfocó sobre todo en el derecho canónico, no es un teólogo tan competente e independiente como lo fue, por ejemplo, Ratzinger. A mi juicio, sin embargo, el problema fundamental es que Prevost no es una mente filosófica. Esto alude, formalmente, primero al agudeza y a la capacidad de pensar con coherencia. Posteriormente, se refiere al hecho de que todos los problemas materiales a los que nos enfrentamos son, en última instancia, de naturaleza filosófica. Hoy, más que nunca, la Iglesia necesita clérigos capaces de comprender las complejas conexiones intelectuales, especialmente las relativas al discurso sobre la modernidad que nos afecta tan profundamente. Hay que haber navegado por los paisajes escarpados e incómodos del racionalismo y la filosofía de la Ilustración, el idealismo alemán, la filosofía atea de Nietzsche y la filosofía del siglo XX fuertemente influida por él —incluido el pensamiento de Martin Heidegger sobre la historia del ser y el deconstructivismo francés— para siquiera empezar a captar los problemas abismales y complicados que también han atrapado profundamente a la Iglesia moderna. Y yo, al menos, no puedo reconocer este enfoque conceptual en las declaraciones de León hasta la fecha.

En el plano práctico, muchísimo depende de una comprensión correcta y suficientemente diferenciada de los problemas planteados por la conciencia moderna. Esto se ve especialmente en el caso de las cuestiones de minorías y de género. Ya en los años treinta, el neomarxismo posestalinista, de la mano de autores prominentes como Antonio Gramsci, Herbert Marcuse y Jean-Paul Sartre, elaboró un plan para encontrar nuevos sujetos revolucionarios con los cuales superar la sociedad burguesa, sustituyendo al proletariado, que podía ser comprado por el capital. Mientras minorías sociales como los homosexuales, las personas transgénero, las personas de color, las mujeres lesbianas, las mujeres en general, pero también los nativos de las antiguas áreas coloniales, los inmigrantes, etc., son identificados como sujetos revolucionarios posproletarios, el principio revolucionario más eficaz ya no será el gulag, sino la moral. Esto significa que los nuevos sujetos revolucionarios son estilizados sistemáticamente como grupos de víctimas sufrientes del patriarcado burgués-capitalista y, a la inversa, los miembros de la sociedad mayoritaria blanca y heteronormativa como un grupo de perpetradores moralmente reprobable. En virtud de su programa del “asalto a las instituciones”, formulado principalmente por Gramsci y de hecho extremadamente exitoso, el neomarxismo ha logrado una formación de superyó colectivo que ha paralizado en gran medida a las sociedades burguesas. Especialmente en los círculos académicos, las mismas instituciones que apuntalan la sociedad han sido estigmatizadas en la conciencia burguesa como misántropas, intolerantes y despiadadas en su ejercicio del poder. Esto debe tener un efecto ruinoso en la estabilidad social y política. Los catalizadores más significativos de la formación de esta moral neomarxista son los jardines de infantes, las escuelas, las universidades… y las iglesias.

Por supuesto, a ninguna de las variantes del marxismo le importan realmente los individuos y las minorías. Si los individuos o los grupos se vuelven disfuncionales para el proyecto de destrucción de las sociedades burguesas, simplemente se los rechaza y se los sustituye por nuevos sujetos revolucionarios. En este momento, estamos siendo testigos de cómo la izquierda radical sacrifica de hecho a la comunidad homosexual, cortejada durante tanto tiempo, porque considera más provechosa una alianza con los musulmanes para la destrucción de Occidente (Esta alianza ha sido descrita por Noam Petri y Franziska Sittig, Die intellektuelle Selbstzerstörung. Wie der Westen seine eigene Zukunft verspielt, Hanover 2025). En general, se puede estar seguro de que, una vez que la izquierda haya alcanzado la dominación política, también volverán los gulags. La perspectiva marxista se ocupa siempre y únicamente del proceso igualitario radical de autoobjetivación de la materia, que se potencia dialécticamente hacia sí misma superando todas las resistencias que ella misma ha generado. Todas las diferencias que en metafísica se consideran sustanciales son vistas, en esta perspectiva, como formas ilusorias transitorias que necesariamente surgen en el proceso de desarrollo de la propia materia y vuelven a desaparecer en su historia de emancipación. La mayor integración de los motivos del deconstructivismo francés —fuertemente inspirado por Nietzsche— en la agenda neomarxista, observable desde finales de los años noventa, no es casual. Judith Butler, el acorazado de la teoría de género, formula precisamente su teoría de la autoescenificación teatral —marcadamente influida por Michel Foucault— como un proyecto de ganancias en autonomía, que entiende como procesos de autoorganización liberal progresiva de la materia.

El papa León formula un compromiso con el matrimonio y la familia, pero contrarresta eficazmente esto con su observación solo aparentemente inofensiva sobre la agenda LGBTQ+, una agenda que una parte considerable del clero tardío y sentimental hace tiempo adoptó como propia. En la entrevista, León dice que por el momento no “tiene un plan” sobre este asunto. Sin embargo, nunca podría decir eso si comprendiera el contenido filosófico que transmite esta agenda solo supuestamente humanitaria. Pues considero improbable que él mismo aceptara estas posiciones. Pero eso me devuelve a mi primer punto. Como papa, Prevost está obligado a continuar la lucha de sus predecesores de la primera mitad del siglo XX contra las grandes ideologías colectivistas y a descifrar la ideología LGBTQ+ por lo que es: el viejo proyecto subversivo y revolucionario del materialismo marxista con nuevos ropajes. Sin embargo, temo que León fracasará aquí, explicablemente pero de manera inexcusable. Presumiblemente, como su difunto amigo y valedor, sucumbirá ingenuamente a la tentación bajo el ropaje de la bondad y concederá a esta agenda profundamente anticristiana la consagración superior de la asistencia cristiana a los que sufren y son perseguidos.

3. La cuestión LGBTQ+ conduce directamente a las afirmaciones del Papa sobre la mutabilidad de las normas morales y de ordenación de la Iglesia. Más concretamente, se trata de la declaración de León sobre las diaconisas: “Por el momento no tengo intención de cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre este tema”; y, con respecto a la homosexualidad, la frase: “Me parece muy improbable, ciertamente en el futuro cercano, que la doctrina de la Iglesia en lo que respecta a lo que enseña sobre la sexualidad, sobre el matrimonio, vaya a cambiar”.

Comentaristas han señalado, con intención apaciguadora, que estas afirmaciones no implican ni la predicción del Papa de que estas enseñanzas vayan realmente a cambiar en algún momento, ni que él mismo tuviera jamás la intención de cambiarlas. Sin embargo, estos análisis solo son ciertos prima facie. Porque el punto de las afirmaciones es que consideran posible en principio un cambio en las convicciones válidas hasta ahora. Las posiciones en cuestión dejan, por tanto, de ser consideradas como portadoras de una pretensión incondicional de verdad (y solo como tales son artículos de fe), para convertirse meramente en enunciados cuya validez depende de factores contingentes como la conveniencia diplomática. La claridad del juicio de Prevost en estas materias se refiere únicamente a la valoración de su situación histórica: simplemente, por el momento, su cambio es poco probable. Si León, como dice el Wanderer, “cree en verdades inmutables”, estas cosas ciertamente no están entre ellas. Sin embargo, en cuanto al contenido sustantivo de estas declaraciones superficialmente inofensivas, esto no significa otra cosa que, desde una perspectiva teorético-verdadera, esas posiciones ya se han disuelto para el papa Prevost, aunque probablemente él no lo advierta con claridad reflexiva. Solo crea la apariencia de constancia. También podría decirse que estas afirmaciones, bajo el ropaje de su contrario, efectúan por sí mismas el cambio de las posiciones en cuestión. Prevost ya no cree que sean verdaderas; cree —tertium non datur— que las mujeres pueden ser ordenadas como diaconisas y que los actos homosexuales pueden ser éticamente legítimos, al menos bajo ciertas condiciones.

La mayoría de la gente ni siquiera considera las implicaciones lógicas de ambas posiciones. Con la apertura del diaconado sacramental a las mujeres se destruye el principio teológico según el cual solo los varones, en razón de la masculinidad no contingente de Jesucristo, pueden representar sacramentalmente al Sumo Sacerdote y hacer presente su sacrificio, a partir de cuya actualización se definen todos los grados del Orden sacramental y con el cual están esencialmente relacionados. Y de modo análogo, aunque intrínsecamente conectado, la legitimación de los actos homosexuales en principio también modifica todo el cosmos teológico, no solo la estructura moral-teológica y, en ella, no solo la estructura ético-sexual. En cierto sentido, todo el sistema dogmático gira en torno al eje de la dualidad de sexos, que implica la cuestión del matrimonio y la comprensión de la sexualidad, extendiéndose al tópico eclesiológico de la correspondencia Cristo-María, en la que se representa la esencia de la Iglesia —y del ministerio ordenado—. No se trata de cuestiones individuales separables que pudieran cambiarse sin cambiar el todo. Por honestidad intelectual, debemos afirmar esto con claridad y no tranquilizarnos con la información, teológicamente irrelevante, de que las declaraciones del Papa no constituyen el anuncio de que él mismo vaya ya a formular positivamente lo que considera posible —es decir, verdadero— y a darle fuerza jurídica práctica.

Otra nota relacionada en el contexto de la cuestión de la ordenación. En la entrevista, León se compromete expresamente a continuar la línea de su predecesor, no solo en lo relativo a la integración de laicos en procesos sinodales, sino también en lo que atañe a la práctica de nombrar laicos para cargos de liderazgo eclesial. El Papa, por tanto, pretende continuar la operación bergogliana de separar, por un lado, el oficio sacerdotal de la competencia de gobierno, por otro, no en último término por la cuestión de la mujer y, como deja claro la señorita Brambilla —a la que ya he mencionado—, también en ámbitos relevantes para la cura pastoral y la doctrina.

El anuncio de León me parece particularmente inquietante, porque su importancia para la Iglesia difícilmente puede sobreestimarse. La práctica del liderazgo por laicos socava la determinación teológica del oficio sacramental también para la autoridad en la Iglesia, y conducirá cada vez más a un debilitamiento de la conciencia sacramental en general, junto con la posición única del sacerdote en la Iglesia. La Iglesia vive exclusivamente de la actualización del sacrificio de Cristo en la Misa, y todas las funciones eclesiales deben definirse desde el altar, como ya subrayé arriba con respecto al diaconado de las mujeres. El sacerdote es el auténtico líder y maestro de la parroquia porque es el Sacerdos, es decir, la autorrepresentación sacramental del eterno Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo, que en cuanto tal es Rey y Maestro. El proyecto bergogliano-prevostiano de empoderamiento laical descompone esta sutil estructura de correspondencias en el cosmos sacramental católico y promueve en gran medida la autoprotestantización de la Iglesia. La lógica esencial del corpus Christi mysticum no reconoce laicos en cargos de liderazgo pastoral y magisterial. La afirmación temprana de Joseph Ratzinger de que la separación de ordenación y autoridad de gobierno es “absolutamente inadmisible” es digna de aprobación sin reservas. Pues, según Ratzinger, esta separación de potestades “empuja una al ámbito de lo mágico y la otra al ámbito de lo profano: el sacramento se entiende entonces solo en términos rituales y ya no como mandato de conducir la Iglesia mediante la palabra y la liturgia; el gobierno, por el contrario, se ve como un asunto puramente político y administrativo” (Joseph Ratzinger, Demokratisierung in der Kirche?, in: Joseph Ratzinger/Hans Maier, Demokoratie in der Kirche, Limburg 1970, 31f.). A un examen más detenido, nos enfrentamos al hallazgo bastante feo de que el papa Prevost, vestido con mozetta y suaviter in modo, está afanosamente malvendiendo la vajilla de plata, igual que su predecesor.

4. El papa León profesa expresamente su fe en Jesucristo. Durante su reciente encuentro con León, el cardenal Burke también habría elogiado al Papa por predicar de manera cristocéntrica. Tras los últimos años, uno casi pasa por alto lo extravagante de tales declaraciones, que alaban a un Papa por mencionar a Cristo de forma destacada en un discurso. Esto me recuerda la entretenida novela de Luigi Malerba, Las máscaras desnudas, en la que los cardenales romanos, en disputa, eligen como sucesor de León X a alguien que ni siquiera estuvo presente en el cónclave y ahora se hallan en gran agitación ante la inminente llegada del nuevo papa, pues ese hombre tiene fama de creer en Dios.

En Temor y temblor, Søren Kierkegaard dice con razón de sí mismo que siempre ha encontrado el valor de “pensar un pensamiento hasta su conclusión”. El venerado filósofo sabe perfectamente por qué este punto es tan importante. Porque solo cuando un pensamiento se piensa hasta el final, es decir, con todas sus implicaciones y consecuencias lógicas, se piensa realmente. Y solo entonces se vuelve fecundo. De lo contrario, se hunde en la insignificancia de una impresión. Esto vale también para la confesión de Jesús como el Cristo. Y aquí, por desgracia, también debe señalarse que el papa León parece carecer al menos de la disposición a reconocer y hacer valer las implicaciones de esta confesión. Esta inconsistencia ya es evidente en la cuestión de la autoridad antes mencionada, pero adquiere un alto grado de urgencia a la vista del llamado “diálogo interreligioso”.

He visto el reciente saludo de León a los participantes del encuentro interreligioso en Bangladés, y estoy a la vez consternado y profundamente agotado de este asunto tan cansino. Se trata —de nuevo con referencia al documento más escandaloso del último concilio, a saber, Nostra Aetate— de la misma retórica bergogliana con idénticos gravamina teológicos provenientes de Fratelli tutti, el Sínodo de la Amazonia, el documento de Abu Dabi y los discursos en el sudeste asiático. A pesar de su forma fraseológica, que desde hace décadas ofende nuestra sensibilidad estética lingüística, esta prosa conciliar transmite un contenido extremadamente explosivo: como dice León en su alocución, nosotros somos naturalmente ya siempre “una sola familia”, “hermanos y hermanas”, y todos “hijos de Dios”. Por eso supuestamente debe tratarse de “una cultura de armonía entre hermanos y hermanas” que —León se refiere explícitamente a Francisco— no debe ser perturbada por aquellos que alimentan la “mala hierba de los prejuicios”, “siembran desconfianza”, “fomentan el miedo” y ven “las diferencias como barreras” en lugar de “vías de enriquecimiento mutuo”. Esos perturbadores de la armonía solo pueden ser aquellos que insisten obstinadamente en cuestiones dogmáticas de verdad. Han vuelto los indietristi de Bergoglio.

Todos estos eslóganes y tesis de León son tan dignos de crítica como las declaraciones correspondientes de Jorge Bergoglio, de las que se inspiran en gran medida. Pues la confesión de Jesús como el Cristo, el Único, la Verdad en persona y el único Salvador de todo el mundo, es decir, la confesión del principio extra Christum nulla salus est, es la barrera por excelencia entre las confesiones, incluidas las religiones monoteístas. La contienda que trae Cristo, el fuego que Él quiere arrojar sobre la tierra, se refiere precisamente al conflicto sobre Él mismo, y esta contienda llevó al Señor a la Cruz. Y porque extra Christum nulla salus es idéntico en su significado a extra ecclesiam nulla salus, el conflicto cristológico originario es al mismo tiempo la disputa sobre el concepto de Iglesia como corpus Christi mysticum. Solo en Cristo, es decir, solo en la comunidad de vida sobrenatural de los cristianos con Cristo en el Espíritu Santo, estamos unidos como Dios quiere ver unidos a los hombres; y por eso, en la Sagrada Escritura y en la tradición dogmática, los términos “hijos de Dios” y “hermanos y hermanas” se reservan para quienes están incorporados a Cristo por la fe y los sacramentos y forman la Iglesia de Cristo.

Para ilustrar la relevancia de esta conexión, merece la pena incluir la alocución de León en la reciente conferencia “Raising Hope for Climate Justice”. Los documentos de referencia centrales de León son ahora Laudato si’ y Laudate Deum de Bergoglio. Mi punto aquí no es que el título de la conferencia adopte acríticamente el término —de cuño neomarxista— de “justicia climática”, ni que León, con su asunción igualmente acrítica del tópico del cambio climático de origen humano, se arriesgue peligrosamente a incursionar en un campo en el que la Iglesia no tiene competencia específica. Mucho más significativo es que León identifica el proyecto de “ecología integral” y la escucha del famoso “grito de la tierra”, en conexión con los cuales vuelve a invocar la idea de “una sola familia, con un solo Padre”, con el propio mensaje cristiano. León declara explícitamente que la “conversión ecológica” “no es diferente de aquella que nos orienta hacia el Dios vivo”.

¿Cuál es aquí el verdadero problema? El problema no es que León identifique los asuntos ecológicos como problemas éticos y se pronuncie sobre ellos de forma destacada. Y, por supuesto, las máximas de la ley moral natural también se aplican a los católicos, y ningún cristiano razonable dudaría de que debemos esforzarnos por “preservar la creación” y hacer justicia a todos los seres vivos dentro de los límites de nuestras posibilidades. El problema es más bien que León no parece entender que algo puede ser perfectamente constitutivo de la fe cristiana —es decir, católica— sin ser específicamente católico. Sin embargo, esta distinción es de importancia crucial. Las cuestiones éticas pertenecen en gran medida al ámbito de la razón filosófica, y la teología cristiana no tiene una autoridad especial en el tratamiento de la mayoría de los asuntos éticos. Nada menos que Tomás de Aquino subraya este punto. La ética genuina del Nuevo Testamento es categóricamente distinta de la ética filosófica, y no deben confundirse. Así, el llamamiento a seguir a Cristo en la Cruz, o lo que la teología moral clásica ha llamado “obras de supererogación”, ejemplificadas por grandes santos como Maximiliano Kolbe, no puede generalizarse filosóficamente. Lo que hizo Maximiliano Kolbe por el hombre casado en el campo de concentración no debe ser exigido éticamente a todos; su acto brota de una fe sobrenatural en Jesucristo y del deseo de asemejarse al Señor.

Esto perfila lo específico de aquello que León está entregando insensatamente. Porque es precisamente la especificidad lo que constituye la esencia de una cosa. Si quiero entender algo, no debo preguntar ante todo qué tiene en común con todas las demás cosas sin distinción, sino cuál es su proprium. El proprium de la fe cristiana es Jesucristo y nuestra conversión a esta Persona, que es la segunda Persona encarnada de la Divinidad. Es precisamente con este llamamiento a la conversión con el que comienza en el Nuevo Testamento la aparición del Mesías: arrepentíos y creed en el Evangelio, porque el Reino de Dios está cerca —en Cristo mismo—. Pero cuando León identifica este proprium con la “ecología integral” y la “conversión ecológica”, disuelve el núcleo del mensaje cristiano en mera generalidad. Entonces los cristianos hablan, en su propia esencia, solo de lo que ya habla todo el mundo, lo que significa nada menos que pierden su identidad junto con su especificidad. Este fue precisamente el horror del pontificado bergogliano.

Bergoglio, sin embargo, fue más consecuente que Prevost. Nunca habló de Cristo del modo en que León habla efectivamente de Cristo en otros pasajes. Para el papa Bergoglio, Jesús fue, y de manera coherente, sólo el Jesús humanitario y socialista del “todos, todos, todos”; es decir, aquel cuyo programa era ya idéntico al proyecto natural de fraternidad universal y de “ecología integral”. Según la declaración explícita de Bergoglio, este proyecto sería el verdadero propósito de Dios: la realización de la Tierra Prometida. Y ahora León adopta enfáticamente esta retórica y, con ello —presumiblemente de forma bastante irreflexiva—, se apuñala a sí mismo por la espalda. Sus dos series de declaraciones no pueden conciliarse lógicamente.

Por su relevancia para la identidad, quisiera detenerme un poco más en esta cuestión y, al mismo tiempo, mostrar por qué la disolución de la especificidad significa no sólo la ruina de la Iglesia, sino que también, quizá contra las apariencias, causa el mayor daño al mundo mismo. ¿De qué habla el proprium christianum? Dicho en negativo: ¿Qué queda omitido en el discurso inflacionario e indiscriminado de la Iglesia sobre “hermanos y hermanas” y sobre la identidad entre conversión ecológica y cristiana, entre fraternidad natural universal y Tierra Prometida? Este discurso oculta fundamentalmente la verdad antropológica central de que la naturaleza humana está esencialmente orientada a lo sobrenatural. Esta orientación es lo que hace del hombre una persona espiritual y le confiere su dignidad especial. Abstraído de su orientación interior hacia la gratia Christi, el homo naturalis —y aquí sigo los análisis del filósofo Max Scheler — no sería más que “un animal listo” (Max Scheler, Zur Idee des Menschen, in: Gesammelte Werke Bd. 3, Bern 1955, 174-193.). Esta dignidad es al mismo tiempo la verdadera indigencia del hombre, pues, para cumplir su propia naturaleza, depende de la Gracia gratuita de Dios, que Dios le otorga en Cristo y que lo eleva infinitamente por encima del ámbito de esta naturaleza, haciéndolo semejante a Dios. Esto es lo que Agustín expresa con su “corazón inquieto”, que solo halla descanso en Dios. Y el anhelado estar en Dios es idéntico a estar en Cristo: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6). Lo que León y Bergoglio ocultan, entonces, es que la esfera cristológica es decisiva para el hombre —precisamente en cuanto hombre—. Porque solo en la Gracia de Cristo y mediante la incorporación al corpus Christi mysticum el hombre alcanza aquella “plenitud” a la que siempre ya estaba orientado: desde el principio, el Padre decidió “recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” para “realizar la plenitud de los tiempos” (Ef 1,10). Fuera de Cristo, el mundo mero no es más que lo que Pablo describe: “Por él lo perdí todo y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8).

Por tanto, hay que subrayar ante el Papa que, respecto de otras religiones y de la supuesta “familia humana”, la evitación del conflicto y “la paz como nuestro sueño más querido” no puede ser la meta. El más querido de todos los sueños debe estar dirigido a la victoria de la verdad de Cristo, con la cual únicamente existe la verdadera humanidad del hombre y, por tanto, solo la verdadera paz. Quien, como León en el libro-entrevista, dice de sí mismo: “Creo firmemente en Jesucristo y creo que esa es mi prioridad, porque soy el obispo de Roma y sucesor de Pedro, y el papa debe ayudar a la gente —especialmente a los cristianos, a los católicos— a entender que esto es lo que somos”, no debe formular tales saludos interreligiosos ni identificar el mensaje de la fe con la esfera meramente natural de la ética. Más bien, por el bien de la salvación humana, el Papa debería hacer exactamente lo que el propio León dice: enseñar que el hombre solo está en su propia verdad en la Gracia de Cristo. Por tanto, solo la segunda Persona encarnada de la Divinidad es el verdadero Hombre, y nosotros mismos nos hacemos verdaderamente hombres en la medida en que estamos unidos a Cristo. El Papa debe ser consecuente y hablar del hecho de que, fuera de Jesucristo, “no hay salvación en ningún otro, pues no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12). Por eso, “al nombre de Jesús toda rodilla debe doblarse, en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp 2,10).

Toda la teología liberal, que Bergoglio llevó al extremo, se reduce precisamente a esta autoabolición del mensaje cristiano. Llegados a este punto, solo puedo subrayar una vez más la tremenda urgencia de esta cuestión. La identidad de la fe cristiana se sostiene o cae con ella; los cristianos ya no pueden hablar de una “naturalidad” que abstrae de Cristo. No hay nada que menos interese a Cristo que esa naturalidad. Más bien, le interesa nuestra integración en la vida interna divina, mediante la cual Él glorifica al Padre. O estamos en Cristo y, por tanto, en su cuerpo místico, o estamos absolutamente perdidos. De forma significativa, la retórica leonina de los discursos citados fue acogida con entusiasmo por el obispo Bätzing —que ha dejado completamente atrás la fe sobrenatural— en su homilía de apertura de la asamblea plenaria de otoño de los obispos alemanes. La profesión de fe en Cristo de Robert Francis Prevost sirve de poco a los fieles cuando sus declaraciones papales terminan una y otra vez en el pantano teológico que fue el hábitat ancestral de su predecesor.

5. Paso ahora a la cuestión litúrgica. Parece ser una opinión extendida en los círculos tradicionalistas que el Papa no tiene autoridad para cambiar el rito. La reforma montiniana del rito de la Misa se rechaza principalmente como un acto ilegítimo, no solo en su contenido, sino también en cuanto a la competencia formal. Ciertamente, el aspecto formal se enfatiza con tanta vehemencia aquí porque el Novus Ordo se rechaza por motivos teológicos (y estéticos). Sin embargo, el argumento principal que se esgrime contra la reforma por parte de la autoridad eclesial es normalmente el aspecto de la competencia, a saber, que la liturgia es un elemento vinculante e inmutable de la tradición y, en última instancia, un dato normativo dado por el Espíritu Santo a la Iglesia, que prohíbe intervenciones reformistas. Para subrayar esto, es popular entre los tradicionalistas hablar de la “Misa de todos los tiempos”.

Considero incorrecto este énfasis en la inmutabilidad. Aunque la liturgia es en efecto algo recibido en su esencia teológica, la invocada “Misa de todos los tiempos” no existe. No existe históricamente ni existe lógicamente. La liturgia no es un sistema matemático o filosófico deductivo, sino una magnitud cuyas determinaciones no pueden establecerse de manera nítida a priori. El diseño de la liturgia pertenece a la esfera de lo que los griegos llamaban consideraciones “sinádicas”, es decir, al ámbito de los juicios de conveniencia. Estos juicios, que se refieren a los numerosos momentos individuales de la liturgia en su combinación lo más coherente posible, son fluidos por su propia naturaleza porque se forman dentro de contextos históricos fundamentalmente contingentes, como la semántica lingüística y el simbolismo cultural, que se transforman constantemente —si bien en su mayoría lentamente— en complejos procesos intra e interculturales. Fundamentalmente, ya desde un punto de vista epistémico, la liturgia no es un bloque monolítico caído directamente del cielo a la tierra e inmutablemente predeterminado para siempre. Tales ideas son meras imaginaciones. Tengo la leve sospecha de que, digamos, los apóstoles quizá no celebraban el rito de la “Misa de todos los tiempos”.

Ya por la razón epistémica mencionada, me resulta incomprensible que la autoridad eclesiástica no deba tener absolutamente ningún acceso reformador a la liturgia. A mi juicio, el ministerio ordenado debe incluso tener la posibilidad de acceso al rito, porque esta competencia no debe identificarse solo con los abusos del liberalismo ideológico, sino que también puede realizar correcciones bienvenidas a hipertrofias insidiosas y a la colonización de la liturgia, por ejemplo, por sentimentalismos populares. Muchos padres del último concilio quisieron, por ejemplo —como se ve en las presentaciones de los obispos a la comisión preparatoria—, reducir la sobrecarga gradualmente incrementada de los antiguos oficios pontificales. Este es un proceso perfectamente comprensible y completamente legítimo. Creo que el problema que existe evidentemente con el Novus Ordo no puede resolverse negando en general al oficio de la Iglesia cualquier autoridad para modificar el rito. Aunque esta exigencia es psicológicamente comprensible sobre el trasfondo del trauma litúrgico posconciliar, la idea es demasiado simplista. Incluso en el futuro no habrá un principio formal que pueda impedir definitivamente decisiones erróneas y abusos por parte del oficio en materia litúrgica.

Esto me lleva al concepto de liturgia de Prevost y al conflicto de ritos. El pasaje decisivo de la entrevista de León reza: “Sé que parte de ese asunto, por desgracia, se ha convertido —de nuevo, como parte de un proceso de polarización— en que la gente ha usado la liturgia como excusa para impulsar otros temas. Se ha convertido en una herramienta política, y eso es muy lamentable. Creo que, a veces, el, digamos, ‘abuso’ de la liturgia a partir de lo que llamamos la misa del Vaticano II no fue de ayuda para la gente que buscaba una experiencia más profunda de oración… que parecían encontrar en la celebración de la misa tridentina. De nuevo, nos hemos polarizado, de modo que, en lugar de poder decir: bueno, si celebramos la liturgia del Vaticano II de forma adecuada, ¿realmente encuentras tanta diferencia entre esta experiencia y aquella?”¹¹

Lo que me molesta de estas observaciones no es que el papa León considere legítimas en principio las modificaciones del rito, sino el funcionalismo antropocéntrico con el que contempla el rito y las cuestiones de diseño ritual. Y este funcionalismo está temáticamente vinculado a toda la patología de la Iglesia moderna, y ciertamente de la tardo-moderna. Aquí debo admitir que difícilmente alguien ha reconocido este vínculo patológico con mayor agudeza que Joseph Ratzinger, cuya teología por lo demás me suscita algunas reservas. Ratzinger identificó la crisis de la liturgia con la crisis de la Iglesia en general, y con razón. Porque el declive de la liturgia proviene principalmente de que los cambios rituales posteriores al Concilio se hicieron siempre bajo el cálculo funcionalista que supuestamente define la liturgia, discutiendo qué es probablemente más “útil” en vista de las “experiencias”, es decir, de las necesidades inmediatas de las personas en cada caso. Y León piensa exactamente del mismo modo cuando sugiere que algunas de estas modificaciones quizá no fueron “de ayuda” para satisfacer las necesidades espirituales y que habría sido más eficiente hacer otros ajustes o dejar de hacerlos en ciertos puntos. En esta línea de argumentación nos encontramos siempre con el mismo nexo de categorías, incluso cuando León alaba el Novus Ordo en latín porque sospecha que el latín más sublime también podría conducir a “buenas experiencias” en la misa montiniana.

León diagnostica acertadamente que “la gente ha usado la liturgia como excusa para impulsar otros temas”. Al campo bergogliano le gusta dirigir esta acusación contra los tradicionalistas, y Marcel Lefebvre ya se enfrentó a ella en el pasado. Pero esto es sumamente injusto, porque si en algún lugar se valora el rito por sí mismo, es aquí. Para reconocerlo, ni siquiera hay que ser un apasionado partidario del Ordo Antiquus. La politización de la liturgia es más bien un negocio casi originario del bloque liberal de izquierdas. Proviene principalmente de que la liturgia, como ninguna otra práctica eclesial, influye en la conciencia religiosa de los fieles. Durante una acalorada discusión con una teóloga feminista estadounidense, la dama me dijo sin ambages, ante un numeroso público, que en el bando revolucionario se están tan fijado en la liturgia porque el rito tiene impactos de cambio mucho más fuertes sobre la comunidad eclesial amplia que mil libros que, en su mayoría, nadie lee de todos modos. En eso tiene razón.

Volviendo a León: por muy justificada que esté su diagnosis de la instrumentalización política de la liturgia, hay que decir también que él mismo, por desgracia, opera con consideraciones instrumental-funcionalistas. Como este punto del funcionalismo es de relevancia central, quisiera explicarlo con más detalle.

El funcionalismo significa que una cosa se define en su esencia por la función que tiene para fines que le son externos. Sin embargo, criticar las justificaciones funcionalistas en materia teológica no significa negar que existan —y puedan existir— efectos significativos para el ser humano en nuestra relación con Dios y, por tanto, también en el ámbito de la liturgia. Por supuesto, Dios tiene funciones indispensables para nosotros. Existe, como Kierkegaard criticó con razón y agudeza, una comprensión del teocentrismo en la que los hombres creen que ellos mismos son completamente insignificantes y deben, en cierto modo, eliminarse en su relación con Dios. En cambio, Kierkegaard subraya que, precisamente en la relación religiosa, él jamás renunciaría a la “pasión infinita por sí mismo” y a la pregunta que necesariamente surge de esa pasión: “¿Qué será de mí en la eternidad?”. De hecho, no podemos renunciar a este interés por nosotros mismos porque nos estamos dados definitivamente a nosotros mismos y, como personas, nunca podemos dar un paso atrás respecto de nosotros. Tal intento sería un programa de mala abnegación.

Sin embargo, la cuestión es compleja y solo puede formularse dialécticamente. Un buen ejemplo para ilustrarlo es la amistad, de la que Aristóteles dice con toda razón que nos proporciona bienes tan importantes que la vida sin amigos no sería digna de ser vivida. Y a menudo —según Aristóteles en la Ética a Nicómaco— “solo podemos alcanzar a través de nuestros amigos lo que no podemos alcanzar por nosotros mismos”. Ahora bien, hay personas que intuyen esto y quieren tener amigos a toda costa por esos bienes que yacen en la amistad. Nunca encontrarán amigos. Pues, como dice Aristóteles, uno encuentra un amigo solo cuando “quiere el bien del amigo por el amigo mismo”. Esta es la conexión dialéctica: los efectos beneficiosos, urgentemente necesitados, solo surgen cuando no se buscan esos efectos en la razón de ser de la amistad. La amistad surge por amor, es decir, por desinterés, y no por cálculo funcionalista. Aquello que se necesita debe ser solo un efecto colateral no pretendido en el enfoque de determinación del objeto. La “pasión infinita por uno mismo” solo alcanza su meta cuando da el paso más allá de sí y afirma al otro por el bien del otro. Solo cuando el otro no está definido por su función para mí, entonces aquel que, no obstante, necesita constitutivamente al otro está —por decirlo con Hegel— en el otro consigo mismo.

Y es precisamente esta ley dialéctica la que se aplica en sumo grado en relación con Dios. El hombre necesita a Dios, pero lo necesita precisamente como alguien que no está definido por su función para mí. La tradición lo expresa diciendo que Dios no necesita al hombre y que Él se glorifica a sí mismo en todos sus actos. Y por eso Dios debe volverse interesante para el hombre por Dios mismo. Este es precisamente el mensaje de la mística cristiana: abandonar la funcionalización egocéntrica de Dios y simplemente glorificar a Dios por Dios mismo. Y cuando una persona da este paso más allá de sí y deja atrás el paradigma antropocéntrico-funcionalista, se vuelve libre y se ve colmada con las riquezas infinitas de la Divinidad… pero solo entonces. Bajo esta condición de la unidad dialéctica de autorreferencia y desinterés que define la esencia del amor, Kierkegaard pudo encontrar la respuesta a su pregunta “¿qué será de mí en la eternidad?” ante el relicario de vidrio de la incorrupta Bernadette Soubirous en Nevers. Ella amó apasionadamente a la Madre de Dios y, precisamente en este modo de autotrascendencia, está enteramente consigo misma en su Otro.

Las consecuencias para el concepto de liturgia son bastante evidentes. La Misa es sustancialmente la actualización del sacrificio de Cristo, que la segunda Persona encarnada de la Divinidad ofrece en el Espíritu Santo para la glorificación del Padre y en la cual Dios quiere integrarnos. Por consiguiente, la esencia de la liturgia no debe definirse por su funcionalidad antropológica. Antes bien, todas las consideraciones litúrgicas deben girar en torno a la pregunta de qué elementos rituales realizan más adecuadamente este acontecimiento intratrinitario de la autoglorificación de Dios en el Sacrificio del Cordero, en el que la Iglesia está incorporada. Se trata de la glorificación de Dios, de la adoración de Aquel que, me gustaría repetir, no está determinado por su funcionalidad para nosotros. Y solo entonces puede la liturgia llegar a ser sanadora para el hombre, porque en ella se encuentra con el Misterio de la Divinidad, que es un fin en sí mismo. Sin embargo, la Iglesia ha sido tan infiltrada por el paradigma antropocéntrico y funcionalista de la conciencia moderna que incluso los papas desde Montini —con la excepción de Ratzinger— y, a menudo, incluso los defensores tradicionalistas del Ordo Antiquus siguen los pasos de este paradigma. La recuperación de la Iglesia dependerá, sin embargo, de que la idea de Dios como fin en sí mismo vuelva a pensarse hasta sus últimas consecuencias.

6. Llego a mi punto final, que se refiere directamente a El Wanderer. Él opina que Prevost es el papa que la Iglesia necesita hoy. Wanderer lo considera la mejor elección porque León es comedido, buen oyente, conciliador y, con su “progresismo moderado”, evita el cisma. Según Wanderer, un papa marcadamente progresista habría llevado a los conservadores al cisma, y un papa marcadamente conservador “habría hecho salir por piernas a los progresistas”. De acuerdo con Wanderer, que ahora también tiende puentes, este pontifex es “posiblemente la última oportunidad para evitar una nueva Reforma”.

En un artículo posterior, Caminante explicó el motivo de su notable defensa del papa León. Con su mirada conciliadora hacia León, quiere ayudar a que los tradicionalistas moderen su crítica, en rápido crecimiento, a León por razones de prudencia, para no poner en peligro las conversaciones anunciadas sobre el rito tridentino. En efecto, sería algo desafortunado que estas conversaciones estuvieran acompañadas por una hostilidad vociferante hacia el Papa por parte del campo tradicionalista.

Por mucho que pueda entender el llamamiento de Wanderer a la prudencia con respecto a las conversaciones sobre el rito, no estoy de acuerdo con su cismofobia. Para citar una vez más a Kierkegaard, debemos convocar el valor de pensar nuestros propios pensamientos hasta el final. ¿De qué hemos estado predicando una y otra vez en los últimos años? ¿Cuál es el tema de los agudos y airados análisis de Wanderer, dirigidos por ejemplo a los obispos argentinos? Hemos estado hablando de nada menos que de que el cisma existe desde hace mucho tiempo en sustancia. En lo que respecta a las cuestiones fundamentales de la fe católica —especialmente la cristología, la doctrina del sacrificio, el concepto de rito y la eclesiología—, no hay, con una reflexión sobria, ya base común alguna entre nosotros y los liberales de izquierdas como Bätzing, Tucho, Cupich, Marx, Hollerich y la innumerable cohorte de clérigos y teólogos similares. Vivimos en mundos completamente distintos que —desde una perspectiva tradicional— solo se mantienen tenuemente unidos por la objetividad sacramental del ex opere operato.

Hasta ahora, este cisma de facto simplemente no se ha declarado formalmente ni se ha manifestado institucionalmente. ¿Pero es eso una ventaja? No lo creo. Es más bien un intento desesperado de ocultar la grieta, que solo perpetúa e intensifica sus efectos destructivos sobre la Iglesia. Hasta el último concilio, la Iglesia siempre tuvo el valor de pensar sus pensamientos hasta el final y cortar los miembros gangrenados. Para el apóstol Pablo, la anatema formaba ya parte de la misión del Oficio. A mí me gustaría mucho ver que a esas personas por fin se las identifique formalmente por lo que son y luego “salgan huyendo”. Los numerosos miembros de ese entorno nunca más cambiarán espiritualmente —tal vez salvo unas pocas excepciones— y, mientras tanto, han establecido estructuras de poder represivas y camarillas —patente especialmente en la Iglesia en Alemania— que urge desmantelar. Creo que ya es más que hora de que el oficio papal excomulgue formalmente a todas esas figuras horrendas y emprenda una auténtica re-formación de la Iglesia.

Si esto ocurriera —lo cual es poco probable—, habría un movimiento significativo y la Iglesia católica probablemente se haría considerablemente más pequeña. Al principio habría gran confusión. Es posible que un papa inflexible y combativo que se tome de nuevo en serio el capítulo cuarto de la Segunda Carta a Timoteo incluso tenga que abandonar el Vaticano bajo la presión de circunstancias políticas. No entiendo por qué habría que evitar a toda costa tales convulsiones. No debemos contemplar estas cosas desde la perspectiva de la conciencia burguesa. La conservación y la armonía no son categorías religiosas, y el concepto de unidad es uno lógico, no político-psicológico. ¿Y no pregunta el propio Señor: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18,8)? Claramente, a la Iglesia no se le garantiza un futuro próspero en este siglo.

En resumen, quisiera decir: no puedo juzgar válidamente si Robert Prevost es hoy el papa adecuado para la Iglesia. Como sabemos, los caminos del Señor son inescrutables, y el Espíritu Santo ciertamente elige también líneas torcidas para escribir derecho con ellas. Sin embargo, en mi visión limitada, no puedo compartir la valoración de Wanderer, al menos por el momento; los datos no la respaldan. Ciertamente tengo la impresión de que León, a diferencia de Bergoglio, quiere de veras ser cristiano en el sentido tradicional. Pero el desastre proviene de la incapacidad o falta de coraje para pensar los pensamientos hasta sus últimas consecuencias. No reconocer que en un sistema —y la tradición ha producido genialmente tal sistema— el cambio de un solo momento cambia toda la estructura. Temo que la tendencia bastante evidente de este hombre a la inconsistencia intelectual sea el sustrato de su habitus de conciliación, de modo que, a un examen más detenido, ese habitus resulta mucho menos ventajoso de lo que pudiera parecer inicialmente. En cierto modo, esto es mucho más peligroso que la tosquedad bergogliana, que a su manera creó condiciones claras. León, sospecho, contribuirá ante todo a encalar las enormes líneas de falla que atraviesan la Iglesia más que a afrontarlas realmente.

En cualquier caso, quisiera insistir en que el conflicto y la crisis, es decir, la distinción y posiblemente también la separación, constituyen el existencial central de la Iglesia en esta época. Hasta que Cristo la complete en su totalidad, ella debe, cueste lo que cueste, ir a la guerra con su Señor y hacer suya esa guerra. Precisamente cuando se niega a combatir por amor a la armonía, sufrirá con toda seguridad las peores pérdidas. No olvidemos que al Comandante no le agrada la mediocridad: “Porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca” (Ap 3,16).

Fuente: Einsprüche

50 comentarios en “«¿Piensas que he venido a traer paz sobre la tierra?» (Lc. 12,51). Un intento de evaluación teológica inicial del pontificado de León XIV

  1. Avatar de Desconocido Anónimo

    Este texto de Vigilius ciertamente tiene muchas aristas, y es difícil hacer un comentario breve y coherente de ellas. Algunos punteos en todo caso:

    1. Lo de que León ha nombrado «desastrosos obispos en serie» me parece un caso de gratis asseritur. Ha habido varios nombramientos de sacerdotes sólidos y con criterio ya en estos meses. En cuanto al tema de la contingencia… a ver, que si somos kantianos, seguro, nada es relevante a la moralidad de la acción excepto que la acción misma sea hecha exclusivamente por el deber de lo óptimo sin referencia alguna a las circunstancias. Pero si nuestra base es aristotélica y/o tomista, ciertamente las circunstancias son de gran peso en la evaluación moral de la acción. En general esta idea de que el papa puede y debe llevarse puesto a todo el mundo sin importar las consecuencias, y que solo puede estar en cargo quien ya posee todas las cualidades necesarias en grado perfecto no es tan de sentido común como Vigilius quiere presentarlo.
    2. En casa de herrero, cuchillo de palo, y eso lo digo como persona que ha hecho de la filosofía su carrera de vida también. Podría señalar, por ejemplo, otra gran crisis adentro del Catolicismo y en el mundo en general que no es primariamente filosófica, y sin embargo de capital importancia: una crisis de la paternidad. Vivimos en una Iglesia y un mundo vacíos de padres, en la que muchos obispos son más padrastros que otra cosa. Y ahí se puede argumentar que León es un papa eminentemente paternal, tanto en su predicación como en su modo de tratar a los católicos personalmente. Una oposición bastante radical a la del amado predecesor, si me preguntan a mí. Pero, claro, no encaja en el obsesivo discurso acerca de León XIV-Francisco II.
    3. El tema de la entrevista y la moral sexual lo hemos discutido ya hasta el hartazgo. Solo quisiera repetir que el «ahora no», no implica que el papa crea que después sí. Los padres dicen a sus hijos todo el tiempo «ahora no» sin mentir y sin que eso signifique que alguna vez vayan a cambiar de idea al respecto.
    4. En cuanto al tema de los laicos en cargos de autoridad… seamos sinceros, las curias están llenas de trabajos eminentemente burocráticos cuya conexión con el munus real de gobernar es tenue en el mejor de los casos. Pretender que todo cargo curial (no hablo del tema alevoso de jefes de dicasterio) tenga que ser sí o sí ocupado por clérigos (¿realmente? ¿secretarios, asistentes, gerentes medios… comisión de la ciudad del vaticano, etc?) es un exceso, y es mala argumentación meter todo esto en el mismo paquete y tratar de sellarlo con lo que dice Ratzinger, que refiere realmente a las cosas que son de gobierno indisolublemente ligado a la Iglesia como orden sacramental y evangélico.
    5. La fe de León y el pensar las cosas hasta sus últimas consecuencias reclama lo siguiente: que pensemos por qué y para qué es importante saber si León es una persona de fe o no, sus categorías teológicas o no. ¿Para el juicio de su alma? No, no nos compete a nosotros. ¿Para qué entonces? para ordenar y orientar cuál debe ser nuestro obrar respecto a él. El acto de fe incluye el asentimiento intelectual, pero no se agota en él ni requiere la extensión «hasta las últimas consecuencias» que Vigilius requiere para ser verdadero. De otro modo, ningún niño, ninguna persona ignorante o falta, etc, podría tener realmente fe, lo cual es un absurdo. Ni que hablar que el acto de fe es además de suyo sobrenatural y causado por la gracia de Dios. Que León se mande una pifiada en un mensaje a un encuentro ecuménico no pone en duda o falsedad la fe que profesa y demuestra en la inmensa mayoría de sus homilías, cartas y discursos. Entonces no, no hay la misma evaluación moral que a las bergogleadas, que venían por otro camino. Y que tenga fe es de suprema relevancia, porque significa que es instrumento con el que Dios puede trabajar, como ya han mencionado otros aquí. No se me escapa la inmensa ironía de que Vigilius insinúe que la «coherencia» de JMB pareciera hacerlo moralmente mejor que León. De ahí al consabido refrán «mejor ser un ateo coherente que un cristiano hipócrita» no hay más de medio paso.
    6. Toda la larga disquisición sobre el ecologismo y el cristianismo pierde mucho de su fuerza cuando se contextualiza el número y la importancia de los dos discursos de León sobre los que machaca con el resto de sus homilías, discursos y mensajes. Insisto, pretender que León que centra a Cristo en sus homilías y catequesis para todo en realidad no cree que Cristo sea centro porque en dos discursos dirigidos a reuniones seculares no lo hace, y que por tanto es igual de inmanentista en discurso y acción que JMB es forzar los datos hacia una conclusión preimpuesta.
    7. Con lo de la liturgia no me meto demasiado, porque me cansa. Pero también me parece que eso de «¡¡¡fueron ellos los que politizaron la liturgia, no nosotros!!!» es infantil, y la insaciabilidad de la que se hablaba en este blog hace unas semanas es prueba de que es falso. No hay santos impolutos en este berenjenal. En cualquier caso, me parece también un exceso deducir que el papa es un funcionalista litúrgico basándose en unas cortas declaraciones generales y vagas. ¿Cómo encajamos ahí, por ejemplo, su afirmación de la importancia central del misterio sobre el espectáculo que dio en otro momento? ¿Eso es funcionalismo también?
    8. En cuanto a lo del cisma, como ya he dicho en algún otro momento, todo es muy fácil cuando creemos que lo único que hay en Iglesia son tradicionalistas y progres demoledores. Resulta que el grueso de la Iglesia es un montón de gente que no es ni uno ni lo otro, que indefectiblemente sería afectada de manera muy seria por un cisma, y que no se encuentran en «cisma de facto». Esto sin entrar en la consideración más práctica y burda de que simplemente los progresistas se sabían fuera de la Iglesia antes y no han hecho ningún caso de ello… ¿qué nos llevaría a creer que darían alguna bola a la formalización de este estado de cosas? ¿sería eso un positivo neto para la autoridad petrina, la demostración más evidente que cualquiera hace de su capa un sayo? Y si no, mírese cómo le resultó la excomunión a los obispos de la FSSPX a Juan Pablo II.
    9. Yo no creo que haya que evitar ser hostil al papa por el mero fin instrumental del rito. Hay que evitar ser hostil al papa primero porque es el papa y se nos pide en circunstancias normales que lo tratemos con respecto y afecto como posición «default». Segundo, y en esto vuelvo al tema de «¿qué hacemos?», porque no todo error o metida de pata requiere como reacción la hostilidad. Uno es hostil en todo caso contra quienes le son hostiles a uno, quienes le desean efectivamente el mal y le hacen la guerra. Tal era el caso con JMB. ¿Es el caso con León? ¿Basta con que esté equivocado en cosas para armarle una resistencia amarga y hostil? ¿Cualquier otra estrategia es ser un obsecuente, un blandito o un sinvergüenza?
    10. Quisiera agregar además, que buena parte de mi desacuerdo con estas ideas es que la Iglesia no comienza y termina con el papa. No es una masa amorfa e inerte que va solo y hasta donde la quiera mover el pontífice. Me parece una visión bastante naturalista de las cosas. El católico promedio y el catolicismo de centro ha cambiado y mucho para bien en los últimos 30 años, y ni siquiera Bergoglio pudo refrenar las tendencias hacia mayor reverencia eucarística, devoción mariana, piedad litúrgica, etc. Claro, si nos paramos desde el punto de vista del todo o nada, nada nos servirá, pero ningún tiempo de la Iglesia nos habrá servido entonces. Un papa que deja crecer la semilla buena y la riega de vez en cuando es infinitamente preferible a uno que fertiliza los yuyos y le echa vinagre al trigo. Y me cansa que pretendamos que las dos cosas son lo mismo.
    1. Avatar de RIght Reason RIght Reason

      Me parece que el resumen de este largo comentario, es que todos tranquilos, que no pasa nada y que todo el mundo es bueno. Que esto de llegar a las ultimas consecuencias, no hay para tanto. En fin….

  2. Avatar de Desconocido Anónimo

    Si llevamos hasta el final el pensamiento de Vigilius se daría no solo que muchos obispos y curas quedarían fuera de la Iglesia (cosa que ellos ya saben que es así porque concientemente niegan dogmas y artículos de la fe y de la moral) sino que, además, muchos fieles se verían en la necesidad de hacer un exámen profundo de su conciencia (de su fe, de su moral, de su estado de vida) para decidir a qué atenerse en esa nueva situación.

    Seguramente muchos caerían visiblemente (hoy caen igual pero no es tan evidente) y otros se convertirían.

    Creo que sería una convulsión muy interesante y reveladora para todo el mundo, una especie de adelanto del Juicio Universal en la Tierra, o sea con posibilidad de enmienda.

    Sería una Contrarrevolución, como lo sería también que saliera un documento del Vaticano que diga claramente que en una socidad católica el Estado debe ser católico en su legislación, en el reconocimiento de ese credo como único verdadero y en el apoyo a la Iglesia en lo temporal, y que los demás son solo tolerados en aras de la libertad de la conciencia y de la paz social.

    Esa es la doctrina católica incluso en el CVII ya que DH deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo.

    Si se habla con esa claridad en lo doctrinal, en lo moral, en lo disciplinario y en lo social político, yo creo que no iríamos aún a una Iglesia mínima como auguran algunos, porque mi esperanza es que todavía hay resto para un nuevo resurgimiento y hay ansias por la verdad, y aunque no lo hubiera, no sabemos cuales son los planes de Dios.

    Pablo Casaubon

  3. Avatar de Anónimo Anónimo

    Recientemente vi las opiniones e impresiones de una corresponsal en el Vaticano sobre estos primeros seis meses de pontificado de León XIV. Hubo algo en particular de lo que dijo que me llamó la atención y quisiera compartirles para saber sus opiniones.

    Como muchas veces ha repetido el Papa León, busca la unidad dentro de la Iglesia y no empeorar la polarización. Para ella, León no solo quiere calmar las aguas entre ‘tradicionalistas’ y ‘progresistas’, sino dentro de la misma Curia Romana. Usó una expresión que me sorprendió viniendo de una corresponsal, dijo que «Francisco se les salió de las manos» en el Vaticano. Refiriéndose a su espontaneidad, a que a menudo tenía los discursos preparados pero los desechaba y prefería improvisar, a que quizá con sus comentarios políticos a veces retrasaba negociaciones diplomáticas que la Santa Sede estaba llevando a cabo entre bastidores, o que las audiencias privadas en Santa Marta no quedaban con registro oficial. No lo dijo como algo malo, sino como parte de la personalidad del Papa Francisco.

    Entonces, eso causó cierto desequilibrio en la Curia. Y en ese sentido ahora León XIV esta siendo muy obediente con lo que le dicen que haga o diga. Y si algo ha quedado claro después de los muchos testimonios sobre Robert Prevost es que es muy obediente y siempre ha respetado sus votos de obediencia como religioso, aún cuando le han pedido cosas difíciles.

    Pero esto no significa que no sepa mandar o que carezca de coraje para tomar desiciones. Sino que habla más bien de su capacidad de gestión ante dificultades y crisis. Poco a poco irá dando forma a su gobierno, eligiendo a su curia y dando pasos para tomar el mando.

    A veces las decisiones precipitadas y cambios bruscos traen problemas más grandes aunque el fin fuera bueno. Y algo que ha repetido el Papa León XIV, precisamente es la oración y el discernimiento, cosa que esta haciendo él mismo.

    Axel.

  4. Avatar de Desconocido Messerschmidt

    Sólo comentaré algunos aspectos sueltos del interesantísimo artículo, pues para comentarlo exhaustivamente haría falta escribir un libro.

    Si algo demuestra el extravío general en el que nos hallamos es el empleo de términos políticos para definir las discordias y las divergencias teológicas existentes en el seno de la Iglesia, como se hace en este texto. Es una trampa en la que caen tanto “progresistas” como “tradicionalistas”. El autor habla una y otra vez de “neomarxistas”, de “izquierda”, etc. y asume tácitamente una posición y unos argumentos que se acercan mucho a los de la “derecha”política. En primer lugar izquierda y derecha son conceptos que seguimos empleando a falta de otra cosa, pero que con el paso del tiempo han cambiado su significado hasta convertirse en comodines vacíos de él. Me pregunto qué tiene de verdaderamente marxista la ideología de género. Creer que toda subversión de alguna o varias normas sociales es inevitablemente un síntoma de marxismo resulta, como mínimo, ingenuo. El que los ideólogos del género se hayan declarado en algún momento “marxistas” (por supuesto de salón) tampoco quiere decir mucho. El socialismo denominado real, es decir la forma de totalitarismo marxista que se realizó en la Europa centrooriental durante unas cuantas décadas, jamás imaginó las especulaciones sobre la existencia de docenas de “identidades sexuales”, etc. El marxismo promovía una revolución económica y social que durante un tiempo y en algunos países substituyó al sistema capitalista y liberal e introdujo otro diferente (pero que tampoco lo era tanto, pues ambos son profundamente materialistas). Muchos tradicionalistas siguen anclados en una visión del mundo en la que Marx es el gran enemigo, obsesionados por la lucha contra el comunismo, etc. Pero es una visión obsoleta, es lapersecución de un fantasma. ¿Se le ocurriría a alguien en nuestros días polemizar contra los iconoclastas? Hoy los enemigos son otros. También hay gente, en el campo opuesto, que agita el espectro del fascismo, del nacionalsocialismo, etc. para crear miedo y justificar la propia existencia. Ambas posiciones son anacrónicas: el nuevo totalitarismo, potentísimo y anticristiano (aunque se disfrace de catolicismo progresista o de fundamentalismo protestante), aún no tiene nombre, ni siquiera está del todo definido. Darle una denominación obsoleta sólo crea confusión. Hoy el cristianismo tiene nuevos enemigos, sin olvidar que el aún vigente capitalismo-liberalismo no ha dejado nunca de serlo, por mucho que les pese a algunos. En todo caso, este empleo de categorías ajenas a la religión en las disputas teológicas sólo sirve para mutilar la libertad de la Iglesia y subordinarla a aquéllas. En este sentido es irritante el uso generalizado de la palabreja “líder” y sus derivados. Ni un papa ni un obispo son “líderes” ni “lideran” nada, son pontífices que tienen una función específica bien diferenciada de la de los, en buen español, dirigentes (no “líderes”) políticos.

    Otro problema que advierto en el texto es un cierto menosprecio de la dimensión ética del cristianismo. Es una tendencia que se percibe en muchos tradicionalistas, simplemente como reacción frente a la manipulación y al muy mal uso de la ética social cristiana que han hecho y hacen los progresistas. De este modo, quizá sin quererlo, quizá con intención en otros casos, el tradicionalismo podría deslizarse en temas de ética social hacia un laissez faire libertario tan poco cristiano como el de sus adversarios. Por decirlo de algún modo, en la Iglesia el falso dilema entre peronismo y mileísmo (el fuego y las brasas) es aún más nefasto que en política y es hacia allí hacia donde pueden llevar algunas de las tesis de Vigilius. De lo que se trata es de cristianizar la política en todas sus tendencias, no de politizar la Iglesia.

    Sobre León XIV sigo creyendo que es aún demasiado pronto para emitir un juicio, no deja de soprenderme la impaciencia por definirlo. La Iglesia es una institución milenaria y León es papa desde hace menos de un año, démosle al menos ese plazo. Desde luego, lo que se ve hasta ahora haría pensar en una personalidad sin gran relieve, que sigue la vía de Francisco simplemente porque es la que ya está marcada. Si su antecesor hubiera sido Benedicto o Juan Pablo quizás acutaría ahora de modo muy diferente. Se diría que León es eso que en alemán se denomina un “Mitläufer”. Pero todavía no lo sabemos, podría sorprendernos, para bien o para mal. Todos deberíamos mantener la cabeza fría. Si algo no me convence del artículo de Vigilius, en el que hay ideas interesantísimas y muy sabios asertos (El hombre necesita a Dios, pero lo necesita precisamente como alguien que no está definido por su función para mí”), es su excesivo ardor, comprensible si se tiene en cuenta el padecimiento de un católico alemán bajo obispos absolutamente nefastos, como Bätzing u Overbeck, pero falto de serenidad. Se puede ser prudente sin ser tibio ni traidor.

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Estimado Messer:

      Me ha puesto de muy buen ánimo su comentario, el cual comparto por completo. De hecho, me alegra tanto como entristece, por contraste con la gran mayoría de los otros comentarios. Tengo la impresión de que muchos casi cantan alegres unas coplas de triunfo por descubrir en León a un adversario, ¡como si eso fuera algo bueno! La ligereza con la que se habla de las cosas de la Iglesia y de figuras investidas de autoridad sagrada (nos guste o no, y les guste o no a ellas mismas), simplemente da cuenta del desquicio contemporáneo. Se sitúan fuera de la Iglesia para hablar de ella como de un objeto que les es extraño y sobre el cual cabe decir cualquier cosa: debe, puede, no puede, tiene que, etc. Temor de Dios es lo que falta, y ningún celo justifica la temeridad de tratar a la Iglesia como una cualquiera. Independientemente de si alguno, varios o muchos de sus hijos ameritan el tratamiento por causa de sus actos o palabras.

      En cuanto al asunto marxismo, pensé lo mismo que Vd. desde la primera leída al —por lo demás edificante en varios puntos— artículo del colega alemán del Wanderer. Pienso que el «cuco del marxismo» es una tara intelectual derechosa con la que tendremos que acostumbrarnos a vivir quienes tenemos alguna clase de philía hacia eso que llamamos «la tradición». Sabe Dios si, cuando se dé el recambio generacional, los mocosos seguirán con ella o simplemente desaparecerá de su registro mental.

      Para ser sincero, no sé qué pensar a continuación. Aquí (me refiero al sitio, no a esta entrada en particular) se soltó desde el principio del pontificado la idea de que León podría ser como un Napoleón III con respecto a la normalización de la revolución bergogliana. Tengo muchísimo temor de que eso se termine verificando. Deseo que no, aunque temo que es una posibilidad viable. No me atrevo a llamar al Papa un incompetente, pero en el caso hipotético de que lo fuera, sería tanto o más destructivo que un tirano craso y decidido. En este aspecto, el articulista me convenció: desde que aceptó el cargo, es responsable de sus aciertos y fracasos. No hay vuelta que darle.

      El anónimo que le respondió a Ludovicus animadamente dice que claro que sí a un concilio cadavérico. ¿Quién rayos haría algo así a día de hoy? ¿Qué obispo se atrevería a levantar la voz contra alguien como Bergoglio, que ha sabido trascenderse políticamente en una multitud de viudas empoderadas que aún ocupan incontables sitios? Ni siquiera sus críticos se animarían a censurar directamente sus palabras. A mí me parece que lo que está de fondo en tela de juicio es la figura pontificia y el alcance de lo que debe considerarse Magisterio. No he leído aportes significativos al respecto, y poco se discute. Sería muy bienvenido un tratamiento amplio, riguroso y ecuánime al respecto. Cuánto más el enhorabuena si se iniciara un intercambio entre personas doctas y humildes al respecto. Soy pesimista en cuanto a que eso vaya a ocurrir: la hipertrofia romanolátrica llegó hace 200 años para quedarse y aumentar. Es una fuerza que opera a niveles demasiado capilares y, como dicen, «transversales» a esta altura. Incluso de manera inconsciente, lo cual añade dificultad a poder combatirla.

      Por desgracia, Vigilius ha hecho gala de erudición sin tener la amabilidad de ofrecer salidas tranquilizadoras. Ni tranquilizadoras ni nada, que no las hay de ningún tipo. Tomarlo en serio mueve a un estado de perturbación que puede dañar la salud espiritual. Eso me parece a mí que es una grave irresponsabilidad en cuanto al uso de la palabra. No quita lo valioso que sí ofrece. Sobre todo, me pareció genial el tratamiento del carácter orgánico de la liturgia y la formulacion dialéctica de la amistad. Se echa en falta aunque sea un intento de soluciones o por lo menos unas palabras esperanzadoras. Estamos tratando con fuerzas muy densas, y es muy fácil derivar en delirios, furias y opiniones apresuradas. La pertenencia a, y la comunión con, la Iglesia, no son unas ideas más o menos prescindibles con las que jugar: ponerlas en riesgo es enfrentarse ni más ni menos que a Dios.

      Ojalá el Altísimo quiera concedernos luz, si es que acaso nos compete en algún mínimo punto tener algo que hacer en medio de esta crisis enorme. Que proteja y salve al Papa León y a nosotros, indignos pecadores, nos aleje de todo pensamiento inútil que no nos edifique en nada.

      Kyrie, eleison.

      G. Marivs

      1. Avatar de Desconocido Messerschmidt

        Me alegra muchísimo, apreciado Marius, que mi comentario haya tenido un efecto benéfico sobre su ánimo. Hay algunas cosas que Ud. escribe que me gustaría, a mi vez, comentar.

        La “romalatría” es desde luego un problema al que preferiría llamar “papalatría”, una actitud que personalmente siempre, desde la infancia, me ha irritado. Cuando Juan Pablo I rechazó la tiara y demás atributos externos, si bien perdimos una hermosa y venerable teatralidad, se dio la oportunidad de que el papa bajara del pedestal. La personalidad de su sucesor frustró ese posible intento. Ahora bien, el modo en que se expresa el servilismo y la adulación cambiaron. Con Benedicto, que nunca dejó de ser un manso profesor, se hizo un paréntesis. Al menos en Alemania, pero creo que también en otros lugares, quedaba bien denigrarlo, algo de lo que no se libraron ni los conservadores. Total, Benedicto era incapaz de defenderse atacando. Por supuesto, tampoco faltaban los aduladores. Con Francisco los tradicionalistas y parte de los conservadores caímos en la provocación y perdimos todas las inhibiciones. ¡Y no es de extrañar! Ahora, como Ud. bien señala, hay quien parece alegrarse en ver a un adversario en León y, por otro lado, no falta quien se hace ilusiones sin excesivo fundamento (aquí disiento con respeto de nuestro muy apreciado Wanderer). Desde luego, conviene definir mejor el magisterio y el papel que en él y en la Iglesia debe tener el papa. Pero por otra parte, sería peligroso entrar en definiciones escolásticas, silogísticas, legalistas y prolijas, que en un momento pueden parecer oportunas y al día siguiente se convierten en una celda cerrada de la que hemos tirado la llave.

        La beligerancia y la acitud combativa, independientemente de la posición que se defienda, son fenómenos hoy muy extendidos, no sólo en la Iglesia, y que ofuscan la razón y el corazón. En el caso de Vigilius el pesimismo, la desesperanza y tal vez hasta desesperación que deja como poso la lectura de su por lo demás magnífico artículo, son tal vez resultado de ese querer “pensar todo pensamieto hasta el final”, cueste lo que cueste. ¿De verdad somos capaces de pensar todo pensamiento hasta el final sin extraviarnos? ¿Merece todo pensamiento que le dediquemos tanto empeño? Socrates cultivaba la duda al servicio de la verdad. Platón dejó muchos de sus diálogos desembocar en una aporía (de lo que se quejaba Wittgenstein, que al parecer pretendía que le dieran la solución servida). San Agustín, consciente de los límites humanos, estaba en continua inquietud, pero salvándose del abismo por su inquebrantable fe en la gracia. Lamentablemente el aristotelismo y el tomismo han tenido una recepción demasiadas veces acrítica entre sus adeptos, muchos de los cuales son tradicionalistas. Es como si en Santo Tomás hubiera respuestas para todo y como si se pudiera forzar la realidad para que cuadre con la doctrina teológica y filosófica de este gran Doctor. Este es un flanco débil que ofrece mucha superficie de ataque y que tal vez explique una  buena parte de las desventuras del tradicionalismo. ¿No podría venir de una cierta soberbia intelectual ese situarse “fuera de la Iglesia para hablar de ella como de un objeto que les es extraño y sobre el cual cabe decir cualquier cosa”, como usted bien dice?

        Con respecto a Bergoglio, no sé si conviene darle tanta importancia. En realidad no es él la causa de los males actuales, sino el resultado de un proceso iniciado hace mucho tiempo. Un tumor molesta, duele y puede matar, pero no por eso deja de ser solamente un síntoma de un proceso patológico más profundo. Por desgracia, fuera de la Argentina nadie entendió a Bergoglio de verdad, pues en el extranjero nadie puede comprender una cosa como el peronismo, si es que el peronismo tiene algo de inteligible aun para los argentinos.

        ¿No necesitaríamos más firmeza y convicción hondas combinadas con más crespeto y capacidad de escucha (no sumisión, ni asentimiento porque sí) por el que disiente de nosotros? ¿No es un inmenso error ligar el tradicionalismo litúrgico y doctrinal a posiciones ajenas a la religión? A fin de cuentas tanto entre los progresistas como entre los tradicionalistas hay una gran falta de homogeneidad interna incluso en cuestiones de fe. Coincido plenamente con usted en que necesitamos mucha más modestia, pero no exhibida y proclamada a los cuatro vientos, sino recogida e interiorizada. Que Dios nos la dé. Y perdón por este comentario tan largo y divagante.

      2. Avatar de Andrés Battistella Andrés Battistella

        Por comentarios como estos es que prefiero leer este blog por sobre cualquier otro. Además de los artículos, claro.

        «La beligerancia y la acitud combativa, independientemente de la posición que se defienda…». Ese pasaje me hizo pensar en la crítica de Castellani a la Contrarreforma y en general al reaccionarismo.

      3. Avatar de Desconocido Anónimo

        Excelente lo suyo. Newman describía al gentleman como alguien que no causa daño. Si algo caracteriza al tradicionalista común, es su deseo de entrar en liza con todo y con todos. Lo cual, implica lógicamente su voluntad de causar daño. Comprendo que la reacción contra elementos hostiles es síntoma de un organismo sano, pero no somos animales como para permanecer en el nivel de la mera reacción. Un poco de gentleness no nos vendría mal, aunque a fin de alcanzarla debiéramos sacrificar ese tomismo infeliz del que ni Santo Tomás tuvo idea. Si algo caracteriza la óptica aristotélica adoptada por el Angélico, es la búsqueda de la felicidad. De ella no se adivina nada entre los enredos de las discusiones neoescolásticas. Mala señal.

        Con todo, alcanzando definición o no, insisto en que urge una reflexión calmada y honesta sobre el magisterio. Mientras tanto, conviene pedir al cielo la paz.

        Gracias por su respuesta.

        G. Marivs

  5. Avatar de Ludovicus Ludovicus

    Esa idea de la liturgia inmutable es un hombre de paja. Puede tenerla alguien que se asoma a estas lides, pero cualquiera que lleve años en el negocio sabe perfectamente que la diferencia no es entre un ordo cristalizado y eterno y la reforma, sino entre un ordo orgánico, secular y creciente, y una creación de laboratorio.

      1. Avatar de Desconocido Anónimo

        Muchos otros los han expuesto de la misma manera mucho antes.

        Coincido que es muy interesante leer al dr. kwasniewski. Pero no se encandile.

        Hay muchos más…

      2. Avatar de Andrés Battistella Andrés Battistella

        Desde luego.

        Menciono a Kwasniewski porque es al que más he leído.

        Pero es obvio que no trabaja solo, ni es el primero ni será el último, ni es el mejor tout court.

  6. Avatar de Desconocido Anónimo

    Gracias, don Guánder. Tiene usted mucha categoría. Hizo usted bien echando en buena parte las cosas que iba haciendo y diciendo el nuevo Papa: eso le honra, pero ya es insostenible. Creo que a muchos de sus lectores —y quizá también a los más doctos y prudentes, aunque Vigilius no lo menciona— lo que ha terminado de desengañarles de este Papa es el documento sobre los títulos marianos. Tenemos un Francisco II (no permita Dios que sea Francisco al cuadrado). Y lo tenemos merecido: propter scélera nostra. Que Dios se apiade de nosotros por intercesión de la Santísima Virgen Corredentora y Mediadora de todas las Gracias.

  7. Avatar de Anónimo Anónimo

    Después de leer ésta crítica, en especial el pasaje «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la Tierra?» no puedo evitar pensar en la homilía del Santo Padre León XIV en la Misa del 19 de octubre. Sobre todo el fragmento que a continuación cito:

    «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8). Este interrogante nos revela lo más precioso a los ojos de Dios: la fe, es decir, el vínculo de amor entre Dios y el hombre. […] La fe, comparada con grandes bienes materiales y culturales, científicos y artísticos, sobresale; no porque estos bienes sean despreciables, sino porque sin fe pierden el sentido. La relación con Dios es de máxima importancia porque Él ha creado de la nada todas las cosas, en el principio de los tiempos, y salva de la nada todo aquello que en el tiempo termina. Una tierra sin fe estaría poblada de hijos que viven sin Padre, es decir, de criaturas sin salvación.

    Es por eso que Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, se pregunta por la fe: si desapareciese del mundo, ¿qué ocurriría? El cielo y la tierra quedarían como están, pero nuestro corazón carecería de esperanza; la libertad de todos sería derrotada por la muerte; nuestro deseo de vida precipitaría en la nada. Sin fe en Dios, no podemos esperar en la salvación. La pregunta de Jesús nos inquieta, sí, pero sólo si olvidamos que es Él mismo quien la pronuncia. Las palabras del Señor, en efecto, son siempre evangelio, es decir, anuncio gozoso de salvación. Esta salvación es el don de la vida eterna que recibimos del Padre, mediante el Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo.

    Queridos hermanos y hermanas, precisamente por esto Cristo habla a sus discípulos de la necesidad de «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Así como no nos cansamos de respirar, del mismo modo no nos cansemos de orar. Como la respiración sostiene la vida del cuerpo, así la oración sostiene la vida del alma. La fe, ciertamente, se expresa en la oración y la oración auténtica vive de la fe.»

    Por tanto, creo que lo mejor que podemos hacer es esperar en Dios, tener fe en que ciertamente Él puede obrar grandes cosas para bien de su Iglesia. Y orar. Orar incesantemente para que el Espíritu Santo ilumine a quienes nos conducen por el sendero del Señor y encuentre en sus corazones la voluntad de dejarse guiar por el Espíritu.

  8. Avatar de Desconocido Anónimo

    Me parece acertado decir que la Iglesia siempre puede adaptar la liturgia según su prudente juicio pero hay que tener en cuenta que el novus ordo no introduce algunas modificaciones, sino que cambia la esencia de la misa al hacer de ella lo que ya hizo Lutero es decir suprimir su naturaleza sacrificial lo que significa que abandonamos la fe en el sacrificio incruento instituido por Nuestro Salvador. Dijo Pablo VI que el Concilio Vaticano 2 era más importante que Nicea, y tenía razón porque destruye la fe en que Cristo, como hombre y como Dios ofrece con cada sacerdote el sacrificio de nuestra Redención a Dios Padre.

  9. Avatar de Desconocido Anónimo

    Sobresaliente artículo y sobresaliente Wanderer al publicarlo, seguramente le ha dado la razón en mas cosas de las que le gustaría. Es difícil refutar el diagnóstico de Prevost, ya que los actos de gobierno se pueden trazar con claridad a estas alturas. De todas formas creo que pensar un pensamiento hasta su conclusión no es solo cuestión de valor, los pensamientos no van en una sucesión lineal hasta un punto donde se pueda decir aquí he concluido. La conlusión cual debe ser? el cisma? Esto va a solucioner todo? solo hasta el próximo cisma. O tal vez el cisma es el modo normal de funcionamiento de la Iglesia.

    La conclusión a la que yo tengo el valor de llegar es que la Iglesia, desde que se creó, ha seguido un curso de aumento del numero de fieles pero simultánemente de una fragmentación de la doctrina original (ya está claro en las epistolas de San Pablo) que llevará eventualmente a una religión global con la completa atomización de la fe, es decir cada persona con su religión que se haya podido armar con lo que consiguió aquí y allá.

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Yo creo que parte de la solución está en las familias. Pasar un poco de lo que venga de Roma, formar a las familias bien, familias numerosas con verdadera fe católica. A partir de ahí construiremos y podremos, Dios mediante, reformar la Iglesia desde dentro. Como hicieron los santos. No abandonen el barco. Dios no lo abandona.

      También le digo, no descarte que Prevost si es de la linea Bergoglio, les terminé saliendo rana. Ejemplos hay a lo largo de la historia, que supusieron un cambio radical en el rumbo del papado.

      AJ

  10. Avatar de Desconocido Anónimo

    Se han multiplicado los signos ambiguos o directamente erróneos de León y el Vaticano desde que don Wanderer nos invitó a esperar, confiar y rezar sin hacer demasiado ruido.

    Pero también es verdad que mismo Wanderer no parece esperar que corresponda al Papa “salvar a la Iglesia” (y para hacer más mía la reflexión, tampoco yo lo espero).

    En este último sentido creo que Leon, cuanto menos haga, más nos ayuda. Y que corresponde a todas las fuerzas vivas de la Iglesia hacer su parte.

    Veo que don Vigilius (su reflexión es excelente y me supera por todos lados) corre el riesgo de esperar demasiado en lo que un Papa “debe hacer”.

    Me conformaría con que “deje a la Iglesia ser y hacer” con intervenciones mínimas de su parte

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Pues el trucho está muy apurado por evacuar «documentos» a diestra aunque creo que más a siniestra. Mientras no se presione el freno con eso, León seguirá fielmente la ruta trazada por berg y lo que es peor a la velocidad enganchada, quiera Dios que se eche el freno y nos quedemos sin la siguiente truchada sobre las diaconisas que según algunos medios ya está en camino. Algún NO, debería echar León, mientras tanto seguirá siendo gatito

  11. Avatar de Ludovicus Ludovicus

    El gran problema es que mantener la continuidad de una ruptura es profundizar la ruptura. Hasta que no se asuma que Bergoglio es una anomalía geológica en el pontificado, incluso respecto del Concilio, no hay futuro. No pretendamos un sínodo cadavérico, pero sí un repudio esencial de las tesis bergoglianas.

    Ludovicus

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Un juicio cadavérico, una retractación… ¡claro que sí! La Iglesia tendrá que hacerla, y no podrá ser tácita. De casi todo el pontificado de Bergoglio y de algunas cosas que se remontan al Concilio y más atrás. Mejor que no espere a verse mucho más humillada. Porque el mundo se complace en maltratarla y humillarla más cuando Ella trata de ser complaciente con el mundo.

    2. Avatar de Desconocido Anónimo

      bergoglio, una anomalía geológica en el pontificado? lo dudo, ya que los padres conciliares del concilio vaticano crearon, sin imaginarlo claro esta, un monstruo que permanecería dormido hasta que este despertaría en un trágico 13 de marzo de 2013 con la elección del infame bergoglio como papa, y el resto es historia. la prueba de ello, los porristas de bergoglio citaban hasta el cansancio el concilio vaticano i para justificar todas las ocurrencias y arbitrariedades tiránicas de bergoglio como papa.

  12. Avatar de Desconocido Anónimo

    Chapeau, don Wanderer . Gracias por su caballerosidad al incluir este post. Su colega alemán es tan agudo como usted.

    Como usted bien advierte al principio, hay matices. La concepción litúrgica por parte de los tradicionales no me parece acertada. No es así como lo han encarado, en general.

    El artículo en general es sobresaliente.

    Y a pesar se que me considero su » amigo virtual» y coincidente con sus reflexiones ( lo leo hace 10 años ), en este punto ( con respecto a león me refiero) no he estado muy de acuerdo son sus entradas.

    Creo que León, hablando teologica y filosóficamente, es más de lo mismo..con distintos colores.

    En fin, muchísimas gracias por compartirnos el artículo. Creo que será de gran ayuda.

    Gracias por su labor

    Con afecto

    Su amigo virtual

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      NICO

      No sólo parece estar León » flojito de chapa», como comentaba AJB con ocasión del milonguero articulo anterior ( «rata cruel»), sino de chasis y también motor. Necesitamos urgentemente un ACA sobrenatural y todopoderoso que venga en nuestro auxilio. ¡Marán athá!

      NICO

  13. Avatar de Desconocido Anónimo

    “Si el mundo esta contra la verdad, Atanasio esta contra el mundo”

    Estimado Wanderer

    El articulo pone “negro sobre blanco” la situación que atravesamos, sin eufemismos de ninguna especie.

    Sé además que no sólo esto os entristece, sino también el hecho de que mientras otros han obtenido las iglesias por la violencia, vosotros entretanto sois expulsados de vuestros lugares. Porque ellos tienen los lugares, pero vosotros la Fe Apostólica. Ellos están, es verdad, en los lugares, pero fuera de la verdadera Fe; mientras que vosotros estáis fuera de los lugares en verdad, pero la Fe, dentro de vosotros. Consideremos si es mayor, el lugar o la Fe. Claramente la verdadera Fe. ¿Quién entonces ha perdido más, o quién posee más? ¿El que posee el lugar, o el que posee la Fe? ​ San Atanasio” (Carta Festal)

    «Queréis ser hijos de la luz, pero no queréis abandonar la filiación del mundo. Deberíais creer en la penitencia, pero creéis en la felicidad de los nuevos tiempos. Deberíais hablar de misericordia y gracia, pero preferís hablar de progreso humano. Deberíais anunciar a Dios, pero preferís predicar el hombre y la humanidad. Os llamáis según Cristo, pero mejor deberíais llamaros de Pilatos… Sois la gran perdición, pues os halláis en el medio, en donde queréis estar entre la luz y el mundo. Sois maestros en el compromiso y seguís al mundo. Yo os digo: vale más que os marchéis al mundo, abandonando al Maestro cuyo reino no es de este mundo».San Atanasio

    En la conmoración de “Nostra Aetate”, es oportuna una cita de los griegos ortodoxos : “ Ven al Ecumenismo como una herejía, y específicamente como una πανέρεση panéresi panherejía” (todo herejía, que contiene todas las herejías), ya que incluye todas las herejías

    Leo los artículos que va publicando el arzobispo Vigano, -excommunicatus- por V.F y JMB,  me doy cuenta que habla con una claridad meridiana, y que esta enfermedad comenzó hace más de 60 años, en el camino han levantado numerosas voces proféticas alertando, en Argentina hubo muchos testigos, algunos “defenestrados”, otros vilmente asesinados, solamente por hablar de la verdad

    Al hablar de conservadores, (tradi, idientristas)  y progresistas caemos en una trampa, urdida por ellos en realidad hablamos de “católicos”, y de “los otros”.

    Hay un “refrán” ya incorporado a la idiosincrasia argentina; -el perro que se llamaba León, decía el propietario, yo digo León, León, pero lo que viene es un perro, no un león-, moraleja: “me han metido el perro”

    Percibo también un error en artículo, -no debería haber aceptado el puesto-. El inefable Pepe Biondi tenía una frase: “¿dónde me pongo?”; el “no se puso”; “lo pusieron” el mismo lobby que “lo puso” a JMB, también “lo puso a él”, ambos podrían haber dicho que que no, pero si el poder “te gusta más que el dulce de leche”; es otra historia!. Pero R.P. y JMB son “peones” de un tablero mucho más amplio, creo que Vigano lo vio, y por eso “lo limpiaron”

    Vez pasada veo un video de la primera visita que Monseñor Lefevre hizo a Buenos Aires, hubo una tentativa del gobierno militar de no dejarlo entrar, luego de prohibir que celebrara misa, “alguien” le debe haber dicho a los militares que no lo dejaran, ¿no?

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Es cierto una cosa que dices. No es «conservadoes», «tradis» o «progresistas». Es católicos y no católicos.Católicos serían los que leen a los padres de la Iglesia, el catecismo de la Iglesia católica y dicen «es verdad». No católicos los que dicen «eso era antes» o «eso hay que cambiarlo».

      Es así de simple y meridiano. Luego podemos estar de acuerdo o no en temas pastorales. El cisma de facto está solo falta el de iure.

  14. Avatar de Desconocido Anónimo

    «…la naturaleza humana está esencialmente orientada a lo sobrenatural. Esta orientación es lo que hace del hombre una persona espiritual y le confiere su dignidad especial».

    Falso.

    Tesis nefasta, en la línea de algún representante de la «nouvelle théologie», que no hace sino resucitar viejas ideas, contra las que tanto luchó la escuela tomista.

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Tesis tan nefasta que la profesan casi todos los padres griegos y la mayor parte de los latinos, incluido S. Agustín (Confesiones L. I, 1, 1) y se puede dudar de que no se encuentre en St. Tomás (Suma contra Gentiles, L. III cp. 1-63, De malo, q. IV, art. 2, resp. III, ad 1;).

      Otra cosa es la idea de naturaleza pura, de origen tardomedieval y primer principio de esa ideita tan moderna como es el «estado de naturaleza», su fruto secularizado, que con tanto regocijo usarán gente como Rousseau, Hobbes, Locke, Feuerbach y demás. Si la escuela tomista quiere unirse, allá a ellos.

      Usted alude a la famosa censura de Pio XII en su Humani Generis y los representante de la nouvelle theologie son De Lubac y Rahner. ¿Dios puede crear seres intelectuales sin ordenarlos a la visión beatífica? Si, lo puede hacer perfectamente aunque no tiene mucho sentido lógico ¿Lo hizo? No y los datos de la Revelación son muy claros cuando se afirma que hasta la creación material participará de la gloria de Dios. Sólo los que se nieguen a ver a Dios, no participarán y será su mayor penal (si la naturaleza humana dada, no una teórica pura, no estuviera orientada sobrenaturalmente a Dios ¿Cómo sería un castigo el no tenerla? Sencillamente sería lo natural)

      De todas las maneras, la discusión me parece inútil, artificial y asaz peligrosa puesto que la voluntad de Dios ab origine es la participación de toda la Creación en la vida divina y que para eso nos creó y nos dio el ser.

      1. Avatar de Desconocido Anónimo

        Parece que el censor no me deja replicarle. En todo caso, si pasa este comentario, sepa que su posición no se sostiene. No se puede dudar que eso no está en Santo Tomás.

      2. Avatar de Desconocido Anónimo

        «Replicar», según la RAE, se aplica a mi comentario.

        En cuanto a pruebas, el comentarista no las da.

        Ni en San Agustín ni en Santo Tomás se habla de una orientación esencial de la naturaleza humana a lo sobrenatural. Por no alargarme, la doctrina misma del limbo, que Santo Tomás admite, lo confirma. Véase el Supplementum.

        Lo de los Padres griegos: hay que ver los textos. Pero, si no se distingue muy claramente entre el orden natural y el sobrenatural, ahí ya no se puede aducir un testimonio.

        Lo que se dice de unirse la escuela tomista a esos sujetos, es inadmisible. Y demuestra una supina ignorancia. Y reitero: en esto la escuela sigue a Santo Tomás. Véanse la citas que dan Garrigou-Lagrange o Urdánoz, contra de Lubac.

      3. Estimado, yo estoy de acuerdo con usted y considero que tal orientación de la naturaleza a lo sobrenatural no es parte de la Tradición. Pero no se puede simplemente descartar una afirmación, invocando autoridades, sin dar al menos una mínima fundamentación.

  15. Avatar de Desconocido Anónimo

    Don Wanderer, con total afecto le digo que Vigilius tiene razón. Y no se afee porque lo menciona de manera crítica, porque lo hace con elegancia y una caridad cristiana singular.

    Comento la línea final: es que realmente nuestro Señor fue quien lo dijo, Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”  -no hay que esperar un proceso creciente hacia un triunfo histórico, sino lo contrario, y a Bergoglio seguramente le seguirá un Papa peor… finalmente, en la catequesis de niños nos enseñaban que hay que ser valientes y confesar a Cristo hasta las últimas consecuencias… ¡hasta las últimas consecuencias!. Por contra, ahora nos dicen desde Doctrina de la Fe, que utilizar en la Santísima Virgen el título de Corredentora «es siempre inadecuado» (cobardía al extremo para ser buen católico)

  16. Avatar de Augusto del Río Augusto del Río

    Tal cual lo que dice Hilbert. Impresionante, de imprescindible lectura. Grandeza la suya, Wanderer, de publicar este extraordinario artículo que incluye disidencias con vuestra postura.

  17. Avatar de Desconocido Anónimo

    Muy buen análisis en general. Sin embargo, no es verdad que la posición del tradicionalismo contra el NO esté fundada en el falso principio de que el Papa no puede modificar la Liturgia. Si se leen bien las críticas tradicionalistas, se podrá concluir que el NO no es bueno porque es confuso, protestantizante, oculta la idea de sacrificio, confunde el principio del ofertorio, diluye el concepto de sacerdocio. De hecho, el orbe tradicionalista aceptó, con mayor o menor gusto, las modificaciones de Pío XII porque no atacaban lo esencial. El autor debería leer más en profundidad la bibliografía tradicionalista sobre el tema y llegar hasta las últimas consecuencias.

    Por lo demás, me gustó bastante .

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Coincido. E incluso, siempre tuve la intuición de que puede afirmarse que la pretensión reformista que subyace en el N.O. es un escupitajo al cielo, concretamente al Espíritu Santo, que así como guió la evolución homogénea del dogma, también guió, mientras los pastores le fueron dóciles, el crecimiento coherente de la liturgia, que es en ese y otros sentidos un «opus Dei», más que de los hombres. Ese y tal el que señala Abelardus, de la apertura de León XIV a gracia, sin los únicos puntos de discrepancia con el autor del excelente artículo ofrecido por Wanderer.

      Hilbert

    2. Avatar de Andrés Battistella Andrés Battistella

      El obre tradicionalista aceptó las reformas de Pío XII por papolatría.

      Pero no todos, pues desde el primer momento, y mucho más ahora, hay quienes las cuestiones como «la punta de lanza del Novus Ordo», y con razón.

      Pues sí que se meten con cosas esenciales. Vea el Viernes Santo, si no.

      En cambio, sí es verdad que muchos sostienen esa idea rígida de la liturgia que denuncia Vigilius, aunque ciertamente no son todos.

      Por eso es importante el trabajo de, por ejemplo, el New Liturgical Movement.

  18. Avatar de Frater Abelardus Frater Abelardus

    «Ciertamente tengo la impresión de que León, a diferencia de Bergoglio, quiere de veras ser cristiano en el sentido tradicional.«

    En mi modesta opinión, esta es la razón por la cual se puede tener esperanza en lo que Dios puede hacer a través del Papa actual.

    Ese querer de veras no es otra cosa que la disposición a la Gracia. Sólo para efectos explicativos, es una suerte de inexistencia de voluntad contraria, empecinada y meramente humana que obstaculice el actuar de Dios (no por impotencia de Aquél- cosa impensable para un católico – sino porque Dios no es un titiritero y nos dio libre albedrío).

    Lo anterior en nada desmerece el artículo de Vigilius, que me parece serio y digno de las mayores atención y reflexión. En efecto, es posible tener una disposición correcta a la Gracia y que, sin embargo, esta no opere en plenitud debido a la deficiente formación intelectual de quien la recibe. Es posible que Dios nos regale unas maravillas que no logremos apreciar ni hacer producir. No por mala voluntad, sino por ignorancia o error de juicio debido a una mala educación de las facultades. Opino que este es el núcleo de lo que acertadamente analiza Vigilius.

    Pero Dios, que ama a su Iglesia, puede hacer mucho bien a través de un alma sinceramente dispuesta, aunque no tenga las mejores luces o competencias intelectuales.

    Es una de las muchas razones por las que un cristiano, pese a todo, es feliz.

    Fraternalmente.

  19. Avatar de Desconocido Anónimo

    Gracias Wanderer por la magnanimidad de publicar este artículo que polemiza con sus puntos de vista y que es sencillamente extraordinario. Me trae reminiscencias de la lógica implacable de un Romano Amerio. Digno de estudio.

    Hilbert

Replica a Andrés Battistella Cancelar la respuesta