La Cristiandad Occidental y el Rito Romano

Don Javier Aizpún Bobadilla es arquitecto, teólogo y canónigo de la catedral de Pamplona. Y además, muy activo en las redes sociales. Recomiendo su cuenta en X, que siempre tiene intervenciones brillantes. Una de ellas, de hace ya algunas semanas, me pareció genial, y se lo dije. Y de allí nació un intercambio que él mismo explica y que dio como resultado que escribiera un breve tratado sobre la cuestión líturgica que pueden bajar gratuitamente desde aquí. En él, don Javier desarrolla ideas muy interesantes y novedosas; por ejemplo, la aproximación que hace al problema litúrgico desde la arquitectura. Sostiene que los cambios litúrgicos desde los comienzos mismos de la Iglesia, se debieron a su adaptación a previos cambios arquitectónicos de los templos. Es una tesis muy sugerente, aunque puede ser también muy discutida. Pero en este blog no tenemos miedo a las discusiones, que siempre preferimos a los productos envasados por más «Doctrina segura» que aparezca en sus etiquetas. El ejercicio de pensar es saludable, también para los católicos.

Les copio la introducción de don Javier a su trabajo y algunos párrafos sueltos que me parecen más que suficiente para incentivar la lectura.

Al hilo de dos artículos de Wanderer que me parecieron especialmente brillantes, hice este comentario en la red social X:

«No solo estamos asistiendo al fin de la Modernidad, estamos al final de la época que comenzó con la reforma gregoriana y que dio lugar a la Cristiandad occidental. Un cambio de época de dimensiones colosales. A veces tengo la sensación de que los tradicionalistas no pretenden exactamente volver a la Tradición, sino al sistema neoescolástico surgido del Concilio de Trento, y no es exactamente lo mismo. Este sistema será bueno o malo… pero es un hecho inevitable su final, puesto que muere con la Modernidad, porque forma parte de ella. Los tradicionalistas, muy a su pesar, forman parte de la Modernidad. Esto lo descubrí investigando la vida de mi abuelo materno, que fue carlista y murió torturado en las checas de Madrid del 36. Murió el carlismo durante la transición española y ahora está muriendo el liberalismo. Nunca se había oído hablar tanto de liberalismo en la política española como ahora, pero todo suena a epitafio. Si los tradicionalistas quieren sobrevivir, tendrán que defender la Tradición y olvidarse del sistema. Es complejo, porque todos formamos parte del sistema y, a veces, es difícil deslindar lo que pertenece al sistema o a la verdadera Tradición…».

Recibí esta respuesta por parte de un seguidor de Wanderer: 

«¿Qué es la Tradición entonces? ¿Rito oriental en arameo?»

Y esta fue mi respuesta:

«También. Desde Pentecostés hasta nuestros días. Incluido el Concilio de Trento, que fue grandioso y nos ha dado gran parte de la doctrina de la Iglesia que es dogma de fe. Y el Concilio de Nicea, y el de Éfeso, y el de Constantinopla, y el de Calcedonia y todos los que se han celebrado a lo largo de la historia de la Iglesia. Y el rito hispano, y el rito romano (espléndido), y el rito ambrosiano. Y el novus ordo, aunque necesite algunas correcciones, la principal, la orientación del sacerdote y la corrección de la plegaria II para que quede claro el carácter sacrificial de la Eucaristía. La Tradición milenaria de la Iglesia».

A raíz de este debate, Wanderer me envió un mensaje en privado proponiéndome desarrollar estos dos comentarios en un artículo. Respondí afirmativamente, ya que es un tema que me interesa mucho y que llevo estudiando varios años. 

El problema es que en estos breves comentarios se citan de pasada una multitud de cuestiones bastante complejas, que tampoco se pueden zanjar en un artículo breve. Por lo menos, si se quieren tratar con cierta seriedad y con la mínima profundidad. En ellos se plantean temas tan diversos y tan complejos como:

  1. La Tradición que viene de Dios y las tradiciones elaboradas por los hombres: la relación entre liturgia, Tradición y tradiciones.
  2. Rito romano, Cristiandad Occidental y Modernidad: la relación entre ellas y su situación en el momento presente. 
  3. La relación del tradicionalismo con la Modernidad, con la Tradición divina y con las tradiciones de los hombres.

Son muchos temas muy complejos y cada uno de ellos merece no solo un artículo, sino un libro entero. Y todo para responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál es el futuro del tradicionalismo –de la defensa de la Tradición– si el mundo al que pertenece, el de la Modernidad, desaparece? Parto de la premisa de que el tradicionalismo pertenece a la Modernidad, ya que promueve la vuelta al sistema neoescolástico establecido por el Concilio de Trento. Y la respuesta, desde mi punto de vista, es evidente: para tener futuro, debe olvidarse de ese sistema que surge tras el Concilio de Trento –que es un mundo que pertenece a la Modernidad y desaparece con ella– y aferrarse a la Tradición con mayúsculas. A la Tradición bimilenaria de la Iglesia que es perenne, eterna y el cimiento sobre el que debemos construir la nueva época que se nos viene encima.

Y como la liturgia es uno de los pilares esenciales de la Tradición, lo que se dice de los concilios se dice también de los ritos litúrgicos. Forman parte de la Tradición todos los ritos litúrgicos de la Iglesia a lo largo de la historia, tanto los orientales como los latinos. Dentro de los orientales, el rito bizantino, el alejandrino (tanto en su versión copta como en su versión etiópica), el antioqueno (tanto en su versión maronita como en su versión siriaca), el rito caldeo y el rito armenio; y en los latinos, el rito hispano (y su versión Bracarense), el rito ambrosiano, el rito de los cartujos y del resto de órdenes religiosas con rito propio. Y, por supuesto, el rito romano, tanto en su versión tridentina (o Vetus Ordo) como en su versión del Vaticano II (o Novus Ordo). O dicho en el lenguaje oficial, forma extraordinaria y forma ordinaria.

Pero junto a este corpus de verdades eternas que pasaron a formar parte de la Tradición (con mayúscula), surgió un sistema de tradiciones (con minúscula): una teología, una cultura y una sensibilidad estética que forman parte del sistema que se organizó en el posconcilio de Trento. Este sistema fue sustituido en la segunda mitad del siglo XX por uno nuevo que cristalizó en lo que se ha llamada el posconcilio del Vaticano II, que muchos lo suelen escribir con mayúscula porque tienen la sensación de que es el único posconcilio que ha existido a lo largo de la historia. O por lo menos, porque creen que es el posconcilio que sigue vigente. Pero lo cierto es que ambos posconcilios forman parte de la Modernidad. Y como veremos en el artículo, la Modernidad ha muerto y está dando paso a una nueva época que todavía no sabemos cómo será. Lo que sí sabemos es que ambos posconcilios forman parte de un pasado que no volverá. Como todo nuestro pasado, ambos posconcilios forman parte de nuestra historia, de nuestra biografía y, por lo tanto, de nuestra forma de ser. Pero vivimos en un presente que es distinto del pasado, aunque se cimente sobre él. Y tenemos que construir un futuro que está por escribir. Así que, en realidad, esta encrucijada del tradicionalismo es la encrucijada de todas las corrientes eclesiales y la del cristianismo en su conjunto. No solo hay vida más allá del posconcilio de Trento, también hay vida más allá del posconcilio del Vaticano II. 

El Tradicionalismo y las Vanguardias no son mundos ajenos. El tradicionalismo pertenece de pleno derecho a la Modernidad, aunque parezca una contradicción en sus propios términos. Además, el Tradicionalismo está envuelto en un romanticismo que sirvió para dar paso a las Vanguardias y al Movimiento Moderno.

Prosit!

10 comentarios en “La Cristiandad Occidental y el Rito Romano

  1. Avatar de Desconocido Anónimo

    «Y como veremos en el artículo, la Modernidad ha muerto y está dando paso a una nueva época que todavía no sabemos cómo será. Lo que sí sabemos es que ambos posconcilios forman parte de un pasado que no volverá.»

    «Pero vivimos en un presente que es distinto del pasado, aunque se cimente sobre él. Y tenemos que construir un futuro que está por escribir.»

    Evidentemente, desde que el mundo es mundo. Quite la palabra Modernidad y ponga cualquier otra etapa histórica y le vale exactamente igual.

    En lo que discrepo es en el tono involuntariamente pagano de la afirmación. No sabemos el futuro de forma concreta, pero si lo sabemos de forma abstracta por tres vías: por la Historia de la humanidad, por lo revelado en el Apocalipsis y porque el pecado del hombre merece un castigo.

    Así como Dios propuso varios castigos al pecado de David, nosotros no sabemos qué mal particular nos espera en el futuro: otra guerra horrible, hambre y carestías, esclavitud, etc. Que algo así vendrá es seguro. El problema es que en este mundo todavía hay mucha gente que vivió el desarrollo material del siglo pasado como identificación del verdadero progreso humano. La inmensa mayoría de esta gente piensa, incluida en la Iglesia, que si, que hay crisis, problemas y guerras, pero el progreso prevalece. No se ha entendido nada.

  2. Avatar de Desconocido Anónimo

    Cuando el autor dice: «Parto de la premisa de que el tradicionalismo pertenece a la Modernidad, ya que promueve la vuelta al sistema neoescolástico establecido por el Concilio de Trento» Promover no es imponer. En Trento coexistían tomistas, escotistas, agustinianos y otros como Cayetano. Yo creo que se están llevando los orígenes de las terribles consecuencias que hoy padecemos con lo que originó la neoescolástica de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Roberto De Mattei lo explica muy bien y sucintamente en uno de sus primeros capítulos en su famoso libro sobre el Vaticano II. Con respecto a lo litúrgico, todo muy bien menos con lo que dice el autor sobre el rito inventado que hoy sufrimos. No vale la pena ahondar sobre esto dado que la mayoría de los lectores de este blog conocen bibliografía suficiente y seria sobre este ápeiron litúrgico. Agradezco su blog, Don Wanderer.

    1. Avatar de Desconocido Anónimo

      Estimado, su frase no se entiende: «Yo creo que se están llevando los orígenes de las terribles consecuencias que hoy padecemos con lo que originó la neoescolástica de finales del siglo XIX y principios del siglo XX». Si pretende culpabilizar a la neoescolástica que menciona, pues lo que dice es injusto: hay que distinguir. Muchos neoescolásticos han sido grandiosos.

  3. Avatar de Desconocido Anónimo

    Yo compro la tesis del autor. Esa época y pasó, tanto que leyendo noticias económicas, por ejemplo, todas las naciones están quejándose del descenso de la natalidad, siendo como lo fueron, artífices de la política que enseñaba desde las escuelas que mejor no tener hijos, o poquitos, o directamente un perro, es decir desligándose de los resultados de sus propias decisiones, basadas en una aparente continuidad del mundo que venía.

    Como el mundo está en caos, realmente en caos, debe necesariamente venir un orden nuevo. Esto es porque el Señor hace nuevas todas las cosas, y nosotros hijos de Dios, somos como su semejanza, debemos empezar a construir con la Tradición, ese nuevo mundo. No será poco traumático, porque hay otro que también quiere construir en ese desorden.

  4. Avatar de Desconocido Anónimo

    ¿Tradición? ¿Occidente? ¿Modernidad? ¿Fin de la Modernidad? ¿Nueva época? ¿Sistema de tradiciones? Que el autor haga el favor de definir aunque sea tentativamente los términos con los que discurre.

  5. Avatar de Desconocido Anónimo

    En mi opinión, y habiendo leído solo el post, los cambios de época son como un cambio de «alma» en el mundo. Y el Señor también da un «nuevo ser» a su Iglesia, aunque hablando de un modo muy impropio pues la Iglesia es siempre la misma; pero al igual que el hombre, siendo el mismo, puede manifestarse de formas diferentes según su edad y condiciones, la Iglesia va afrontando las diferentes épocas y el Señor siempre la reviste de cosas nuevas y antiguas.

    Por tanto, si el arte expresa el ser de cada época, un cambio de época viene ligado a nuevas expresiones (por eso el arte presente es tan feo, porque el Mundo se ha vuelto horrible en lo moral).

    Y siguiendo a saltos y de forma esquemática, yo creo que lo que corresponde a nuestra época es pedir un nuevo Pentecostés. Sí, sé que suena terrible después de la matraca de CVII y su ambiente posterior, pero, ¿acaso lo hemos pedido realmente?

    Lo que se pidió fue un Nuevo Pentecostés pero a nuestra manera, din cruz, simplemente que el Señor «solucionara todo el tinglado», y volviéramos a una Iglesia exitosa, numerosa y por supuesto muy modernista.

    Pero Pentecostés fue otra cosa. Fue ponerse ante el Señor avergonzados, querer seguirle pero reconociendo que no sabían cómo y que eran cobardes. Y luego recibir de Dios la Gracia que les permitió salir a evangelizar y a ser martirizados (no olvidemos esto último).

    Es decir, Pentecostés fue volverse hacia el Señor con humildad, conscientes del pecado, y dispuestos a que el Señor hiciera. Y el Espíritu Santo como Paráclito les llevó a donde ellos no podían llegar.

    Y esto no ha pasado solo una vez. En todas las crisis de la Iglesia surgieron personas que no es que fueran extraordinarias, es que fueron conscientes de su miseria pero se pusieron frente al Señor y a través de ellos la Iglesia recibió cambios extraordinarios. Porque el Señor da el querer y el hacer, lo da todo.

    Mientras que nosotros andamos buscando la salvación «en Egipto». Y Egipto bien puede acabar siendo el tradicionalismo, si ponemos la esperanza en Él en lugar de en el Señor. Egipto es cualquier cosa, buena o mala, que se ponga por delante del Señor que salva. Mientras que si anhelamos su salvación el Señor tiene mil medios para lograrla (pero no sin cruz).

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